Monday, October 20, 2008

CAMIONEROS

Esperábamos un carro en la caseta, en plena autopista. No hubo más remedio que comprar unas cervezas en una tiendita, aprovechando que tenían mesas.
Nos sentamos junto a una pandilla de camioneros a disfrutar de la vista. Había sido un día lleno de emociones fuertes: promesas y acompañamientos, juramentos, disfraces, remembranzas. Una ducha exprés, una máscara de vampiro, mariposas artificiales, anuncios callejeros.
Me gustaría seguir contando todas aquellas aventuras pero aún no se me quitan los temblores: en los labios, en el pecho, en las piernas. la carretera sinuosa, el olor a quemado, los fuegos articiciales luego del último trago, la llamada nocturna, los columpios y el pasamanos, la mañana helada, la confesión en la iglesia, las llamadas ahogadas de alguien que ya lo perdió todo, la tranquila visita familiar que sólo me llenó los ojos de lágrimas, los besos a mi dulce abuela, una sensación de vacío general, el final de una temporada...
"Perdiste un amigo pero ganaste--" Se me interrumpe la memoria. ¿Gané el qué? Si hubiera ganado algo probablemente lo recordaría.
Luego escuchando The Correct Use Of Soap, de Magazine. Las bocinas gritan: ¡Mira lo que el miedo le ha hecho a mi cuerpo!
Fue en esa revisión accidental que encontré asuntos pendientes más importantes, asuntos en los que me va la vida. ¿Tráfico de cadáveres? ¿Ceremonia de entrega de chamarras? ¿Violaciones tumultorias? ¿Renuncia "voluntaria"?
Tengo frío, mucho frío. Me gusta esa sensación intensa, que no se me quita de encima aunque tome un trago o me eche cobijas encima. Hora nueva, vida nueva. Funciono mejor bajo tensión, la vida no se acaba sólo sigue y sigue.
Hay tantas cosas que me faltaron por decir. Mientras tanto mando un beso al aire, esperando que atrapen a todos esos criminales, y espero algún día olvidar tanta humillación y verguenza. Se habrá desatado la ira de Dios, la calumnia y la infamia. De eso me encargo yo.
Sólo sé que tengo frío. Esta vez todo es diferente.
Mira lo que el miedo le ha hecho a mi cuerpo.

Wednesday, October 15, 2008

AL FIN JUNTOS

Continuando en la veta de reseñar lugares poco mencionados en el ambiente gay --el fresoide, al menos...- me complazco en detallar mi última visita a Spartacu's, disco y club privado.
Ubicado en Cd. Neza, el antro ofrece un cover accesible--40 pesos, aunque cambia según el evento pero no demasiado.
Al entrar te revisan los de seguridad, lo que al menos garantiza que no todos llevan armas. Bienvenido a la pista de baile, música pegajosa, todo un repertorio de clásicos de ambiente. La concurrencia se traduce en vestidas, chacales y strippers, aunque hay aquellos que uno no sabe si son mujeres y travestidos chaparros.
A todo esto llegamos a pie, víctimas de una ocurrencia esporádica. El camino estuvo lleno de sustos--la zona tiene una reputación intimidante--aunque la verdad estuvo bastante tranquilo, entre paradas en el banco, recorrer algunas plazas insólitas--con todo y mariachis--y hacia la medianoche ya no había vuelta atrás: ni dónde esconderse, todos los negocios cerrados, las calles vacías salvo por la patrulla ocasional a la caza de su mordida.
Uno que otro pandillero--en realidad adolescentes que salían de alguna fiesta pero yo segu{ia repiti{endole a Ricardo: "Esos vagos me quieren pegar, tengo mucho miedo"--que abandonaban el ruido de la m{usica en alguna casona escondida entre callejuelas. Luego nos vimos sorprendidos por una visión apenas descriptible: un matón de pocas palabras, rostro encapuchado, andar parco, tieso. A nuestro lado murmuraron unos chavos: "Ahí viene el ladrón" pero la verdad es que no dijo nada, sólo espantó con su look guerrillero bastante envidiable y original.
Afuera del antro podían verse los taxis y una colmena travesti, todas hablando y gritando, entrando y saliendo, corriendo, hablando sin parar.
Fue una noche bastante afortunada. Aún pienso en ello. Porque en el momento menos esperado lo encontré ahí de pie sin decir nada. Acerqué la navaja al contorno de su cuello, todo alrededor, escuchando sólo su respiración y el rasguño del metal sobre la piel. Nos acercamos uno a otro.
En algún momento me empezó a besar, o yo lo besé a él, la verdad es que no recuerdo, sólo sus labios y su dulce abrazo y todo lo demás, que casi me da taquicardia. Tres ensueños, a cual ascendente. No me importaba tenerlo entre mis brazos bañado en sudor, mientras fuera mío y sólo mío.
Desapareció Ricardo, o yo desaparecí de él. Me quedé con mi amante prestado, cuidando su sueño, que nadie lo despertaba, mientras nos acomodábamos en dos sillas en las posiciones más inverosímiles. Había que esperar al amanecer para poder volver a casa.
En realidad no hablamos mucho. Yo no quería hablar. Ni siquiera le dije mi nombre real. Le dije:
--¿Cómo quieres que me llame?
Y al decir su nombre él me dijo:
--No, ese no. Ese ya está muy choteado.
En cuanto a él, yo ya sabía todo de él. Sólo me lo confirmaron sus palabras, lo que fue bueno, pues indicaba que era un hombre honesto. Me sentí como un espía, cobijado en una falsa identidad, un fantasma que se robaba los besos de otra, otra que estaba lejos, dormida y sin sospechas. Desterré el odio asesino que sentiría aquella otra.
Sólo estaban su cara y sus besos. Sus manos que movían mi cadera y se prensaban en torno a mi cintura. Llegaba la hora de despedirse, teníamos tanto sueño y él me decía:
--Ya me quiero ir a mi casa a dormir, tengo mucho sueño.
Por supuesto yo no quería que ya se fuera, pero agarré valor y fingí que no me importaba.
--Pues adiós, ya vete.
--¿Cómo dices que te llamas?
--¿Cómo quieres que me llame?
Y así. Volvía a decir:
--Bueno... ya me voy...
Y no se iba, me daba otro beso y se quedaba parado. Entonces yo le daba más veces para que volviera a decir:
--Bueno... ya me voy...
Adiós, que estés bien. Recuerdo que cuando nos abrazamos por última vez, sonaba en la pista de baile: No hay nada más difícil que vivir sin ti. El frío de la espera de verte llegar o como sea. Me daba bastante risa, era de pésimo gusto y no había más remedio que desdeñar:
--Ahora cada que escuche esa canción me voy a acordar de ti. Muy ñero, ¿no?
Y al final sí se fue. Me encontré con los regaños de Ricardo, que desde hacía media hora contemplaba nuestros dimes y diretes.
--¿Tan siquiera le diste tu número?
--No. No le di mi número.
Puso los ojos en blanco y explotó contra mí. No podía decirle toda la verdad, ésa la sé sólo yo. Le inventé una historia, una transcripción de los hechos. Pero le expliqué la verdadera razón:
--Ya hicimos todo lo que teníamos que hacer--me justifiqué, si bien cuando le dije a XXX que había hecho todo lo que quiso con mi cuerpo él respondió que todavía le faltaba probar muchas cosas--. Prefiero que se quede así, en un buen momento. No veo razón para complicarlo todo con promesas y desconfianzas.
Y ahora cada que despierto pienso en él. Ya sabía que me iba a pasar. Yo lo decidí.
¿Qué hacer? ¿Pensará él en mí, o se olvidó a penas llegó a su casa? ¿Se habrá dado cuenta de que yo era un espía, un infiltrado?
Hay manera de contactar al muchachón. Pero en el proceso de estar juntos se lastimaría a otras personas--yo en primer lugar, hay que ser conscientes--y de por sí ya es complicado. En esta ocasión confío todo al destino, que si nos quiere juntos habrá de reunirnos en otra ocasión.
Claro que ahora no me he quedado con las ganas. ja, jaja, ja ja.

Wednesday, October 08, 2008

ZARAGOZA



Por muchos lugares busqué ciertos lugares de la zona. la verdad es que ya todos nos habíamos hartado de lo mismo: la fingida fresés, las poses, las bufadas, la crítica, juzgar, juzgar, juzgar... De pronto se volvió aburrido ser la especie en extinción. La broma dejó de dar risa y salimos en busca de algo más.

La noche, siempre la dulce noche, empezó con algo de taquicardia, mientras me encaminaba hacia el metro Zaragoza con las piernas temblando, el corazón desbocado, los ojos ahogados en ansia. Al ver a mi amigo tan calmado pénsé que yo exageraba.

Juntos nos armamos de valor y nos encaminamos a esa lista de lugares no tan recomendada ni tan explorada de las guías turísticas gay, esos lugares donde las pocas vestidas que han ido te dicen: "si vas te matan".

Ya por propia experiencia había entrado a uno de esos lugares y el asunto no había estado tan mal (mucha gatiza, hasta nos bajaron de la tarima y en los baños amenazaron con golpear, pero todo muy a la ligera, nada en serio, o sea que no entras y te agarran a navajazos).

El primer lugar del recorrido fue Las Tortugas. En una jotiguía online decía: "Para los amantes de la chacalada y el arrabal". El lugar estaba casi vacío, sólo había como tres mesas, pero decían que en la madrugada se convierte el antro (en la parte de atrás había una división, y el cuarto a oscuras parecía pista del baile).

La cerveza, riquísima, a buen precio: 20 pesos la bola, pero sospechosamente cuando quisimos más bolas nos dijeron que se habían terminada. ¡Qué mierda! La chela estaba a 18 pesos. No había tanta chacalada como imaginé, y hay que tomar en cuenta que todos esos tugurios se concentran casi en la misma calle.
Cruzamos hacia el Bar Lilí. A manera de cortina de entrada, una lona con el dibujo de una mariposa. Afuera, en la calle, un montón de vagos esperando daban al lugar cierta aura fiestes y huapachosa. Ahí conocimos a un tipo que le apodan "El Callejas", todo noble, él, aunque destrozado por su novia. Algo melancólico, nos acompañó a tomar e invitó cigarros.

Ahí la clientela era algo más variada. Grupos de amigos, gente joven (en Las Tortugas serían arriba de treinta), de ambiente gay, algunas vestidas--que empezaron a llegar como a las diez de la noche--y la mayoría en plan de baile y pose.

Eso sí, mal servicio, pues a la mesera "se le olvidaba" traer el cambio. ¡Encajosa! Suerte que venía con mi queridísimo Callejas.

Fuimos en busca de otro recomendado. La Chabela. A rpimera vista el lugar era lo más decadente del montón. Vestidas en sus mesas invitando puro chacal. Música grupera. Lo mejor es que estaba casi lleno. Dimos un vistazo general y partimos hacia el centro.

Llegamos al Viena. Una cantina con fama de que ahí iban puros soldados y gente de los peor (que viene a ser casi lo mismo, según la fresada). La verdad es que ya antes había escuchado que habían remodelado, y se nota. Por ahí alguien me dijo que el Viena ya no es lo mismo, y cuando uno entra por las puertas estilo vaquero se encuentra con gente cono del Talller, pero sin tanto joteo.

Gente madura con mediano poder adquisitivo. No parecía mataderro de Tijuana ni nada de eso. Es más, el local en sí se veía casi fresa. Decepción en cuanto a arrabal, aunque la cerveza muy buena. La bola a 30 pesos, qué buen contraste entre el turistero centro histórico y la olvidada-por-la-misericordia Zaragoza.

Buen chupe, buena música, nada de ligue: todos venían con amigos y nadie me sacó a bailar.

Apenas uno sale hay que caminar tres pasos y se llega al Oasis. Ahí sí había más chacal, claro que sí, y apenas entrar se estaba armando pleito. Un tipo soltó su cerveza, rompiéndose en el suelo, y le echó la culpa a un mesero que iba adelante de nosotros. El empujón nos hizo derramar nuestras bola. No recuerdo preicios, a esta altura del partido. Debía estar en treinta o cuarenta. Sabía bien.

De ahí, armados de valor, decidimos ir a las cantinas de Garibaldi, que también tienen buena mala fama. Ya nada parecía tan temible después de todo. La boca del lobo es una apariencia, y ¿ya aprenderán su lección aquellos envalentonados?

Pues en esa misma calle, República de Cuba esquina Eje Central, estaba ese antrucho del que nos habían bajado de la tarima. Cuando pasé a la semana siguiente ya estaba clausurado, y apenas este sábado ya habían abierto otra vez. Conocí a un tipo de veracruz que decía trabajar en la Mercedes Benz, y nos invitó a tomar.

Por supuesto que fuimos. Una cerveza gratis no se le desprecia a nadie, y la mala fortuna nos jugó un vuelco cuando íbamos en un carro ya por rumbos exorbitantes, sin podernos bajar: estábamos en plena autopista, de vuelta al punto cero.

En el colmo de la frustración y el enojo resolvimos bajarnos, mi amigo y yo, abandonados a la gracia de Dios. Bien me han dicho: "No te subas a los coches ni te vayas con nadie". Y ahí estaban las consecuencias de una decisión tomada a la ligera, basada en engaños y promesas.

Pues orinamos a un costado de la plaza abandonada y nos apresuramos a la más cercana base de taxis. Por suerte mi amigo conocía bien el rumbo, pues estábamos a ¡dos cuadras de su casa! Y no quedó más opción que volver al punto cero, Zaragoza.

Ahí dimos tumbos entre las Tortugas, que estaba vacío (¿a dónde se habían llevado el mentado antro?) y el Lilí (donde ya sentíamos miradas poco amigables, y ni rastro del Callejas, pobre hombre), hasta que llegamos al Chabelo y tuvimos la gracia de conocer a la Chantel, una vestida con verdadera actitud roquera.

Fresca del reclu, platicona y dispuesta a invitar chelas, se convirtió en un personaje fascinante, especia de Divine adelgazada, llena de historias y dichos, entrañable. Esperamos a su amiga, que llegó a eso de las siete de la mañana.

Y en realidad ya no recuerdo mucho, sólo que cuando miré hacia afuera ya había amanecido, había más cervezas, estábamos sentados con la flora y fauna local y su amiga se estaba sacando las tetas operadas. Hilarante. Una noche espectacular y memorable.

Habrá que ver cómo se ponen esos lugares que faltan, que Zona Rosa ya fue, está muerta, me aburre hasta el vómito.

Thursday, October 02, 2008

OCTUBRE




Por fin estamos más cerca del Día de los Muertos y mi noche favorita del año, Halloween. Pasando argumentos tradicionalistas y raíces olvidadas, adoro la fiebre consumista de esta época: la gran variedad de culces y chocolates con forma de ojos, monstruos, brujas, fantasmas. Los ciclos de cine en la televisión. Los difraces. El elcohol. La rareza ocasional.


Hace veinte años (dos en realidad, multiplicados por diez) estaba enamorado. Como en un sueño. Cuando desperté él ya no estaba ahí. Ni modo. No voy a estar acordándome siempre, sólo me parece curioso el cambio circunstancial.


Por ahora hay preocupaciones más urgentes. Organizarse. Tengo hambre. También me toca hacer ejercicio. Salir de caza. Ser cazado. Reír.


Ayer vi un documental en el Teatro del Pueblo (entrada gratuita, parte del festival DOCSDF) sobre la prisión de Guantánamo. Bastante interesante. Se llama GITMO: Las Nuevas Reglas de la Guerra, o algo así, de un director sueco. El viernes voy a ver Querido Camilo, también sobre la guerra en Irak.


¿Qué más? ¿Qué más? El domingo renuncio a mi cabellera azul cielo. Tengo la agenda apretada.