Friday, January 30, 2009

LA NAVE DE LOS MONSTRUOS

¿Qué hemos estado tramando últimamente(y por nosotros me refiero a yo mismo, que siempre tengo la costumbre de referirme en plural)? Casi parece que enero ha sido un mes lento, al menos en mi vida, en que muchas cosas pasan y a la vez no pasan, o están a punto de pasar.
Como el frío, que ayer quedó atrás y hoy amanece nublado.
Para variar, ayer me corté el dedo haciendo una ensalada. De esas situaciones que ocurren en cámara lenta: uno ve de antemano lo que va a suceder pero es demasiado tarde para evitarlo. El dedo sangró como un endemoniado, pero a mí favor, la ensalada quedó bastante buena, jaja. Luego de ingerir algo así el cuerpo se siente más sano al instante, como purificado.
También recibí un correo que confirmaba el horario de las asesorías. Me quedé con los martes. La próxima semana inicio clases, justo en el día que deseaba. Mmm... ¿qué más? Esta escritura tan escueta es clara señal de que no esoty tan inspirado.
Un día uno quiere analizar al mundo (y aventarse párrafos y párrafos sobre violencia mediática) y al otro lo mejor que se me ocurre es mirarme al espejo por horas y horas. O salir a tomar, bailar, ligar, reír. O simplemente leer en el camino.
Para preservar el (intencionado) activismo intelectual, cabe notar que ya se delinearon las precampañas, de acuerdo con el IFE, y ya se establecieron topes de financiamiento. ¿De dónde sale tanto dinero? ¿Por qué es tan conveniente para mí, "empresario" o ciudadano común, impulsar a un candidato?
En fin. Desearía encontrar una lista para saber quiénes son los candidatos más confiables. O investigar cuáles son los peores, para usar la vieja y cansada táctica restapuntos.
Mientras tanto, concluímos (y aquí el imos comprende a mi reparto de superestrellas) el segmento de Meche en 4 Vampiras. Dos días de grabaciones para cinco minutos de metraje. Habrá que recurrir a la siempre co nfiable Elena Benz para musicalizar esta visión onírica.

Monday, January 19, 2009

VIDEODROMO/FRENTE AL DOLOR DE LOS DEMÁS

Terminaba la semana anterior. Totalmente histérico, abordé una combi que me llevara al banco más cercano: tenía que hacer unos trámites y corría el infortunio de ser el día quince, lo que equivalía a largas filas y el acostumbrado mal servicio en ventanilla. De pronto, en el camino hacia la Plaza, la parada obligada: la revisión de todas las primeras planas.

Y ahí estaba, mi predicción hecha realidad. FILETEADO!!!! Rezaban las letras (¿rojas? ¿blancas? ¿Acaso importa? Eran grandes y con signos de exclamaci´no al final). En la portada, la foto de... algo. Podía ser un bistec. O las sobras de un pollo rostizado, dejadas en un lote baldío.

Pero no. Era una persona. Sin brazo. Con la caja toráxica expuesta. Le faltaba el bazo. ¿O era el hígado? Algo así anunciaba la primera plana de ese suculento diario EL METRO.

Bien, yo se los dije. Cada vez habrá casos más extraños. No lo escribí aquí, claro, pues en los últimos meses no he sido tan apegado a esta página, pero lo anduve pregonando por toda la ciudad y me tildaron de loco. Sin pretensiones apocalípticas: las claves de ejecución del crimen organizado han seguido su propia espiral evolutiva.

Lo que fuere esa foto, sentí la urgente tentación de comprarla, de poseerla, como un macabro recuerdo de un vaticinio lógico e irreversible. ¿Irreversible?

Recuerdo que hace un par de años causaba conmoción una escena digna de la película La Ciudad Del Pecado: un comando armado irrumpía en una pista de baile y desperdigaba sobre ésta cinco cabeza sangrantes, frescas, recién cortadas. El suceso acaparó las primeras planas de todos los diarios amarillistas de la Ciudad, en lo que pude establecer un rango de comparación: mientras El Metro y El Gráfico ostentaban portadas en blanco y negro, cada una desde diferentes ángulos, La Prensa tenía unas tres fotos a todo color, con letras rojas que exclamaban algo así como SATÁNICO HALLAZGO! (incluso en una de ellas se podían ver los cortes transversales practicados en los cuellos).

La Ciudad, todo el país, la realidad, de pronto me pareció un lugar poco amistoso para existir y transitar. Una especie de histeria colectiva se apoderó de la población. Es la primera vez que recuerdo un hecho tan contundente relacionado con el crimen organizado. Había sucedido en Michoacán (y aquí entra en tela de juicio la veracidad, o al menos la minuciosidad informativa, de cada uno de los periódicos, pues unos decían que en un antro, otros que en un burdel [!] y otro más que en un table [que casi viene a ser lo mismo, pero las palabras eran específicas]), en el bar Sol Y Sombra, de Uruapan. Así, Michoacán y sus cinco cabezas se asentaron en la historia, o al menos esos resultados arrojan cualquier búsqueda en Google con aquella combinación de palabras.

Lo más terrorífico del asunto es que los autores del crimen también habían dejado un mensaje, escrito a mano en una cartulina. "ESTO ES JUSTICIA DIVINA", rezaba al final. Esto es el apocalipsis, pensé yo. Aquello data de septiembre de 2006, y a la fecha son incontables los sucesos que han superado en cuanto a violencia y escándalo (como si la muerte fuera cuantificable...).

Es claro que, en un día "flojo", los periódicos sensacionalistas llenarán sus primeras planas con lo que llamo "nota relleno": accidentes de auto. Diario ocurren. Diario mueren miles de personas en todo el mundo por conducir un vehpiculo e impactarse. Son ataúdes sobre ruedas. En un día regular, y para que no se vuelva repetitivo aquello de "Enredados entre los fierros de sus propios autos", la prensa variará con la foto de algún tipo acribillado: ojos cerrados, recargado en el respaldo de su automóvil, las ventanillas rotas por las ráfagas de balas. Si uno tiene suerte, la víctima se tratará de un narcoabogado o algún funcionario público.

Pero a veces, y sólo para dejar bien claras las posturas de quién manda en el teritorio, suceden casos extraordinarios que, además de intimidar a las bandas rivales, crearán una especie de histeria colectiva entre la población, y por ende (debido un poco a la difusión de las imágenes) se habrá roto un récord.

Ahora hemos tenidos que hacer frente a avionazos (entre el que se rescató, sí señor, una oreja, quién sabe de quien, sin chamuscar, toda color rosa entre cenizas)en Ciudad de México, 24 cadáveres decapitados amontonados en posturas cuasisexuales en Yucatán, 9 militares decapitados (reconózcalos por el calzón verde que les regala la SEDENA, jaja) en Guerrero, y lo que no será la cumbre, pues por más que busco la nota no la encuentro en ningún periódico (ya utilicé todo mi inventario de palabras: fileteado, tórax expuesto, pollo frito en forma humana, le extrajeron un bazo, enero 2009 y no aparece, no aparece) y por ende carece de ese impacto nacional que mantiene a los noticieros día tras días repitiendo la misma información.

Esto apuinta a que el narco se ha quedado sin ideas, o está en busca de nuevas formas de expresión. Aparte de los métodos de usanza corriente, y cuyo testimonio está vedado a las masas (ningún ciudadano común ha visto el proceso de encazuelar, o como las decapitaciones se llevan a cabo, por ejemplo) se han adoptado nuevas modalidades aparte del clásico encajuelado/encobijado/enteipado (léase tape) como cabeza de cerdo en puente Dalila.

Los muertos se erigen como esculturas amorfas. La última finalidad no es la foto del periódico, si bien se espera que entre más exagerado sea el montaje, mayor probabilidad t¿habrá de hacer llegar el mensaje. Así, alguien se devana los sesos (o se los devana a alguien más) en aras de mandar un recado.

Todo esto a propósito de la reciente lectura de ANTE EL DOLOR DE LOS DEMÁS, de Susan Sontag. En su caso, el libro analiza el impacto de las imágenes cruentas en el público. El tema central es la guerra y sus enfoques mediáticos(pues era el año 2003, y los antentados en el World Trade Center estaba bien frescos), y cómo el espectador se transorma a través de las imágenes: ¿se desensibiliza? ¿se desentiende de lo que ocurre en el mundo? ¿alza la voz indignado?

Y pienso yo: ¿no es esto una guerra? Las situaciones del libro pueden trasladarse perfectamente al México inmediato y contemporáneo. Tenemos a los obvios ejércitos en conflicto, el oficial y el no oficial. Tenemos la zona de guerra (todo el territorio nacional, pero en especial la franja norte). Y por supuesto, los enfrentamientos. Aunque una guerra no sería una guerra sin los incontables civiles aturdidos, aterrorizados, sin saber a dónde correr. ¿Recuerdan el bombazo independentista [¡de nuevo!] en Michoacán? ¿Qué tal aquel enfrentamiento a balazos ¡afuera de un kinder! en Tijuana?

Balas perdidas en centros comerciales. Ataques en restaurantes. Las carreteras, adornadas con bolsas de plástico. Cuerpos mutilados, irreconocibles.

Pasé mucho tiempo fuera de la red. A mi regreso, no dudé en continuar mis indagaciones en temas mórbidos (y algún desliz de farándula, Dios bendiga la cultura chatarra). Existen una historia no escrita del crimen organizado. Una radiografía perfectamente trazada, con personajes claves y momentos decisivos, todo lo cual se omite en la enseñanza escolar. ¿Acaso es importante saber cómo se introdujo la droga al país hace cientos de años?

Es una historia registrada y no oficial, tanto por seguidores de la narcocultura como de investigaciones policiacas, información supuestamente vedada al ciudadano corriente pero que ahí está con todo y sus omisiones (siempre hay que proteger al jefe jefe).

¿De qué nos sirve saber? ¿Por qué nos gusta mirar? Como todo buen ensayo, no responde preguntas concretas--o al menos, no mis preguntas concretas--sino que asienta un camino bastante claro hacia la reflexión.

¿A quién le impresiona ya ver a un tipo balaceado en su auto? ¿A dos muchachos acostados en hilera afuera de un cementerio, con el tiro de gracia? ¿Un cuerpo bocabajo en un lote baldío? Incluso las cifras parecen bajas (por ahora se estima un promedio de 15 ejecutados diarios), mentirosas. Se cuentan los ejecutados que aparecen por ahí desperdigados, ¿y qué hay de las narcofosas? ¿Alguien se imagina cuántos enterrados hay en jardines traseros? Cuando alguien encuentra un sitio así, suelen salir en tandas de 9 o 10.

¿Nos hemos desensibilizado? ¿A alguien le apetece ir de paseo a Ciudad Juárez, Tijuana, Tamaulipas? Se ha reiterado en numerosas ocasiones que las mismas reglas de los cárteles han ido cambiando. Se han ido cruzando límites antes inimaginables (respetar mujeres, respetar niños, dejar fuera a los familiares, no atacar a civiles) y así mismo los "soldados" se rigen bajo una especie de credo, en la que--según el caso--ante todo está el patrón, en la que la "maña" es un canon.

¿Qué mutación nos depara el futuro? Estaban Los Números--de quien no he podido averiguar mucho al respecto--quienes se distinguían por comunicarse en claves numéricas. Estamos hablando de sicarios usando una lógica pitagórica. ¿Es eso posible? ¿Qué pasaría si dicha subcultura de subcultura mutara hacia algo aún más complejo que el mecanismo de función de la narcoeconomía--tan compleja e intrincada como la subsistencia de la macroeconompia mexicana--, una nueva religión? ¡La nueva carne? Y en este sentido David Cronenberg sigue siendo un visionario, con su película Videodrome.

¿Qué va a pasar cuando estos narcomensajes, estas fotos de ejecuciones y videoescándalos se conviertan en una forma de entretenimiento? ¿Nos saldrán tumores en el cerebro que nos hagan alucinar? Esto parecería una especie de castigo fundado en la culpa católica.

Lo que es cierto es que después de dar una leída a estos pasajes criminales la cabeza queda embotada, y uno ya no razona de la manera habitual: al subir las escaleras uno se encuentra con que entre los peldaños hay un tipo muerto envuelto en cobijas, o cuando uno se queda dormido de pronto irrumpe un comando armado en la casa (probablemente una institución legal, lo de que todas maneras no significa buen augurio), o cada que se cierran los ojos aparece ese rostro silencioso manchado de sangre. A mí me horroriza como seguramente al autor del crimen le causa placer y orgullo el reconocimento de su trabajo en un medio de comunicación (al grado de sentirse una celebridad, como aquel tipo que mató a Paco Stanley y lo cantó por cuanta prisión estatal transitó por otros delitos cometidos), exacerbado el placer de salirse con la suya, saberse intocable, tener licencia para matar.

Leer, ver, precisar, consumir cantidades excesivas de violencia puede alterar los procesos mentales. Al grado de que, cuando pasa el señor de los tamales, uno se pregunta: ¿será uno de ellos? Hay que examinarlo de pies a cabeza. Podría ser un sicario. ¿Del Golfo o Sinaloa? Un ruido, un balazo. No, no es u balazo. Es una moto. Sicarios. O simples vagos de secundaria, hay que darles el beneficio de la duda. Subamos a la combi. El conductor se muestra bastante alterable. ¿Venderá drogas? ¿Por qué se nos empareja esa camioneta? ¿Vienen armados? No, es el semáforo, que ha obligado a los menos cafres a detenerse.

Y es que en estas narraciones extraordinarias, de desertores del ejército, taxitas vigías, prostitutas espías y menores de edad corrompibles, casi todo parece formar una especie de secta secreta al estilo de El Bebé De Rosemary, en donde hasta el doctor o el portero pueden estar inmiscuidos. Que de alguna manera lo estamos. Todo el dinero que pasa por nuestras manos está lavado, manchado de sangre (la sangre no se lava, jo).

¿Que tal que, de pronto, estas visiones se vuelven reales? Que esos rostros tan conocidos, de incontables recopilaciones youtuberas están frente a nosotros.

Entonces uno se convierte en la imagen de la primera plana.


* * *



Y vaya disertación. Volviendo al mundo real (¿qué es real? ¿qué no lo es?), ¿esto qué tiene que ver conmigo? ¿Con mi novio, atrapado en su trinchera de enfermería? ¿Mi otro novio, que insistió en verme el domingo, llamó risueño por teléfono y me pidió que estuviera ahí, para después dejarme plantado? ¿Por qué estoy tomando vodka solo frente a la computadora, un lunes a las nueve cuarenta y siete de la noche?

¿Cómo se conecta aquello con La Momia Azteca Contra El Robot, proyectada el miércoles en el Universum de CU? ¡y aquellas visiones sombrías frente a un vivero embrujado, con hojas secas apiladas y caminos solitarios? ¿Por qué no puedo plantear ninguna oración sin abrir un signo de interrogación?

Volvamos al origen, al Año Nuevo, a aquella noche que corría despavorido por Avenida Reforma, seducido por un oasis multicolor de luces de neón. Mi amigo Ricardo iba adelante de mí, con sus piernas largas, cuando un camionero nos empezó a chiflar. En vez de tomarlo como una ofensa, ubiqué al agresor y le guiñe un ojo.

Me sonrió. Le sonreí de vuelta.

--¡Qué ricas piernas!--me gritó el copiloto, un muchacho apuesto de suéter rojo, sin que ninguno de los tres dejara de avanzar frenéticamente. Agitó la mano en señal de despedida, sin dejar de sonreír, y yo agité la mano viendo cómo se alejaba en su camioneta.

Un muchacho tan guapo, y tan amable. Daban ganas de irse con él a dar la vuelta, pero mi amigo ni enterado. Después nos subimos a la casa de la fortuna, y nos metimos en la casa del terrfor, donde no dejamos de gritar, él por miedo a la oscuridad, yo por miedo a encontrarme un ejecutado entre los mosntruos de utilería.

Hasta que llegó el turno del martillo, una estructura metálica que daba vueltas y más vueltas como un columpio carnicero. Sentí el terror patear mis entrañas.

--¡Súbete, no seas infantil!--me regaño Ricardo, y acepté, sabiendo que lo pasaría muy mal porque lo hacía contra mi voluntad.

--Tenemos que ser valientes--empujé, sin pizca de credibilidad, partiendo de esa ley de Peter Pan en la que el niño (en este caso Wendy, que llegó a opacar a Peter Pan con su audacidad a la hora de sacrificarse a los piratas; o la temible princesa Tiger Lily, que no le temía a fiera ni humano), sólo que no me sentía valiente.

A veces uno se pone a prueba, a sabiendas de que saldrá victorioso, y entonces el triunfo se vuelve una especie de engordamiento del ego. Se puede seguir adelante de una sola pieza, sabiendo que se puede sobrevivir en circunstancias adversas. Pero este no era el caso. No iba a salir entrero, no iba a bajar riéndome, no iba a sentir que había logrado hazaña.

Grité. Sentí que el metal se zafaba, que los tornillos se reventaban, que el cerebro se me saldría por la nariz, y cada que abría los ojos lo único que veía era la fachada de un edificio viejo derrumbándose sobre mi cabeza, sin comprender a qué bestia se le había ocurrido poner un juego mecánico en un espacio tan reducido, y a qué imbécil se le había ocurrido perder la vida por tan poco.

Mi cuerpo estuvo de cabeza, contrario al mandato cristiano. Bajé del juego--no disparado como proyectil contra el pavimento, como lo había temido en el giro número 87--temblando, achicado, reducido, golpeado, humillado, derrotado. No me sentí mejor después de haberme subido.

Porque no había conquistado. Sencillamente aprendí mi lección: cuando el peligro te gana en fuerza, es mejor mantenerse a raya.

Puedo comparar esa misma senación de vértigo, de ser golpeado y despojado de mi inocencia, a la hora de hacer mis propias pesquisas sobre la vida criminal. Y no me refiero a una búsqueda especializada. Sólo hay que prender el televisor, o asomarse a la primera plana de un diario.

Si alguien me preguntará por qué una fotografía es espeluznante, o qué sensación me produce, sería esa clase de vértigo, esas ganas de echarse a correr a cualquier lado, menos permanecer en el presente.

Wiedersehen!

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