Wednesday, October 15, 2008

AL FIN JUNTOS

Continuando en la veta de reseñar lugares poco mencionados en el ambiente gay --el fresoide, al menos...- me complazco en detallar mi última visita a Spartacu's, disco y club privado.
Ubicado en Cd. Neza, el antro ofrece un cover accesible--40 pesos, aunque cambia según el evento pero no demasiado.
Al entrar te revisan los de seguridad, lo que al menos garantiza que no todos llevan armas. Bienvenido a la pista de baile, música pegajosa, todo un repertorio de clásicos de ambiente. La concurrencia se traduce en vestidas, chacales y strippers, aunque hay aquellos que uno no sabe si son mujeres y travestidos chaparros.
A todo esto llegamos a pie, víctimas de una ocurrencia esporádica. El camino estuvo lleno de sustos--la zona tiene una reputación intimidante--aunque la verdad estuvo bastante tranquilo, entre paradas en el banco, recorrer algunas plazas insólitas--con todo y mariachis--y hacia la medianoche ya no había vuelta atrás: ni dónde esconderse, todos los negocios cerrados, las calles vacías salvo por la patrulla ocasional a la caza de su mordida.
Uno que otro pandillero--en realidad adolescentes que salían de alguna fiesta pero yo segu{ia repiti{endole a Ricardo: "Esos vagos me quieren pegar, tengo mucho miedo"--que abandonaban el ruido de la m{usica en alguna casona escondida entre callejuelas. Luego nos vimos sorprendidos por una visión apenas descriptible: un matón de pocas palabras, rostro encapuchado, andar parco, tieso. A nuestro lado murmuraron unos chavos: "Ahí viene el ladrón" pero la verdad es que no dijo nada, sólo espantó con su look guerrillero bastante envidiable y original.
Afuera del antro podían verse los taxis y una colmena travesti, todas hablando y gritando, entrando y saliendo, corriendo, hablando sin parar.
Fue una noche bastante afortunada. Aún pienso en ello. Porque en el momento menos esperado lo encontré ahí de pie sin decir nada. Acerqué la navaja al contorno de su cuello, todo alrededor, escuchando sólo su respiración y el rasguño del metal sobre la piel. Nos acercamos uno a otro.
En algún momento me empezó a besar, o yo lo besé a él, la verdad es que no recuerdo, sólo sus labios y su dulce abrazo y todo lo demás, que casi me da taquicardia. Tres ensueños, a cual ascendente. No me importaba tenerlo entre mis brazos bañado en sudor, mientras fuera mío y sólo mío.
Desapareció Ricardo, o yo desaparecí de él. Me quedé con mi amante prestado, cuidando su sueño, que nadie lo despertaba, mientras nos acomodábamos en dos sillas en las posiciones más inverosímiles. Había que esperar al amanecer para poder volver a casa.
En realidad no hablamos mucho. Yo no quería hablar. Ni siquiera le dije mi nombre real. Le dije:
--¿Cómo quieres que me llame?
Y al decir su nombre él me dijo:
--No, ese no. Ese ya está muy choteado.
En cuanto a él, yo ya sabía todo de él. Sólo me lo confirmaron sus palabras, lo que fue bueno, pues indicaba que era un hombre honesto. Me sentí como un espía, cobijado en una falsa identidad, un fantasma que se robaba los besos de otra, otra que estaba lejos, dormida y sin sospechas. Desterré el odio asesino que sentiría aquella otra.
Sólo estaban su cara y sus besos. Sus manos que movían mi cadera y se prensaban en torno a mi cintura. Llegaba la hora de despedirse, teníamos tanto sueño y él me decía:
--Ya me quiero ir a mi casa a dormir, tengo mucho sueño.
Por supuesto yo no quería que ya se fuera, pero agarré valor y fingí que no me importaba.
--Pues adiós, ya vete.
--¿Cómo dices que te llamas?
--¿Cómo quieres que me llame?
Y así. Volvía a decir:
--Bueno... ya me voy...
Y no se iba, me daba otro beso y se quedaba parado. Entonces yo le daba más veces para que volviera a decir:
--Bueno... ya me voy...
Adiós, que estés bien. Recuerdo que cuando nos abrazamos por última vez, sonaba en la pista de baile: No hay nada más difícil que vivir sin ti. El frío de la espera de verte llegar o como sea. Me daba bastante risa, era de pésimo gusto y no había más remedio que desdeñar:
--Ahora cada que escuche esa canción me voy a acordar de ti. Muy ñero, ¿no?
Y al final sí se fue. Me encontré con los regaños de Ricardo, que desde hacía media hora contemplaba nuestros dimes y diretes.
--¿Tan siquiera le diste tu número?
--No. No le di mi número.
Puso los ojos en blanco y explotó contra mí. No podía decirle toda la verdad, ésa la sé sólo yo. Le inventé una historia, una transcripción de los hechos. Pero le expliqué la verdadera razón:
--Ya hicimos todo lo que teníamos que hacer--me justifiqué, si bien cuando le dije a XXX que había hecho todo lo que quiso con mi cuerpo él respondió que todavía le faltaba probar muchas cosas--. Prefiero que se quede así, en un buen momento. No veo razón para complicarlo todo con promesas y desconfianzas.
Y ahora cada que despierto pienso en él. Ya sabía que me iba a pasar. Yo lo decidí.
¿Qué hacer? ¿Pensará él en mí, o se olvidó a penas llegó a su casa? ¿Se habrá dado cuenta de que yo era un espía, un infiltrado?
Hay manera de contactar al muchachón. Pero en el proceso de estar juntos se lastimaría a otras personas--yo en primer lugar, hay que ser conscientes--y de por sí ya es complicado. En esta ocasión confío todo al destino, que si nos quiere juntos habrá de reunirnos en otra ocasión.
Claro que ahora no me he quedado con las ganas. ja, jaja, ja ja.

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