Wednesday, July 13, 2011

OUT OF DARKNESS

Luego de cuatro meses de reclusión estoy listo para salir de la oscuridad. Quiero decir... ¿qué es el silencio? El miedo se ha apoderado de tu vida cuando ni siquiera puedes ser sincero en la privacidad del hogar. Supongo que estaba paralizado: escuchando, viendo, asombrándome. Cubriéndome la boca, los ojos, los oídos. Lo que llamaba vida cotidiana parecía solucionarse por sí solo por gracia de una inercia involuntaria.
Hacer un recuento de todas las sensaciones y experiencias de estos últimos meses sería imposible. Basta decir, para aquellos lectores (según las estadísticas de Blogger, el principal número de mis lectores están en EU, y el puesto 2 lo ocupa Ucrania [!!!], lo que quiera que ello signifique) que me he visto sujeto a cambios un tanto drásticos.
Me salí de mi casa, para empezar. Por primera vez vivo solo, y a pesar del tiempo escaso--tres meses y diez días--ya me parece toda una vida construida de cero. Pasé de ser un ama de casa cuya única preocupación era ver las noticias y comer galletas por la noche a... no lo sé, ¿un adulto? Me siento joven. Vulnerable. Consciente. Satisfecho.
Los peligros adquirieron otra naturaleza. Ya no era planear la próxima salida con los amigos. Ahora era quedarse sin un centavo. Depender de las llamadas caritativas de los amigos. Buscar trabajo. Embriagarme.
La pobreza es algo feo. Pero no es lo peor. Lo pero es sentirse insatisfecho, tener la noción de que el futuro algún día llegará con todo y tiempos mejores y descubrir que esta noción es un engaño: el futuro es hoy. Lo que parecía lejano (hacerse grande y no haber conseguido nada) es ya algo concreto y real. Entonces hay que ponerse en marcha. Ir y venir. Hacer y deshacer.
¿Epifanía?
Nunca llegó. O al menos fue el resultado de pequeñas variantes acumuladas.
Scream 4 en el cine. Buscar un lugar donde vivir. Lunar Park de Bret Easton Ellis. Noche de aniversario. Que una bicicleta me atropellara. Sueños extraños. Amigos muriendo de SIDA. Una vida familiar fragmentada. Elecciones en el Estado de México.
¿Cómo puede ganar ese partido nefasto, el PRI, LUEGO DE TANTAS INUNDACIONES, TRANSPORTE INEFICIENTE, EJECUCIONES A LA ALZA, EXTORSIONES POLICIACAS, LICENCIAS ABERRANTES A LAS CONSTRUCTORAS INMOBILIARIAS, PÉSIMOS SERVICIOS DE LUZ Y AGUA? Y lo digo porque viví en Edo. Mex. mis buenos 5 años. Siempre queda la sensación de que como ciudadano se pudo haber hecho más. El 2012, año lejano que parecía inverosímil y lejano, está a 12 meses, inesquivable, y esta vez no descansaré hasta que ese partido pierda las elecciones (el PRI ya nos debe varias a todos los mexicanos).
Bueno, basta de disertaciones.
¿Cómo ordenar tantas ideas simultáneas? Eso es el resultado de la escritura inconstante, de esa carrera perversa por esconderse entre las sombras, con tal de librarse de los rasguños y las balas. Pero no más. Aquí estoy de vuelta.
* * *
Si buscara el momento preciso, tendría que ser la conjunción entre el reencuentro y la lectura simultánea de My Dark Places de James Ellroy.
Pensé que había olvidado el día de su aniversario. Pensé que le había dado la espalda como un ingrato. Después consulté mis registros y resultó que no, todavía no era "ese" día, pero se acercaba. Entonces pensé que sería una pesadilla absoluta, que los demonios de mi memoria insistirían en atormentarme.
--No quiero estar solo--murmuraba bajo las cobijas--. Por favor, no quiero estar solo.
Fue así que decidí encararlo. Nunca habíamos estado solos, él y yo. Frente a frente. Carne y hueso. Carne y piedra. Piel y lápida.
Me sentía confundido. Cuando tomé un taxi, sin conocer la dirección exacta, el taxista me preguntaba de qué país era. Y para ser franco me sentía bastante marciano.
Al llegar intenté mensajear a alguien que sabía la ubicación exacta. No hubo respuesta. Pensé que me estaban ocultando algo. O tal vez estaba siendo inoportuno. Después de todo, era una locura mía, ¿cierto? Nadie más pensaba en aquel acontecimiento. Todos habían rehecho sus vidas y yo insistía en aparecer con mis nubes tormentosas dispuesto a sacar el dolor.
Me acerqué a las oficinas. Acababan de cerrar pero vi a alguien en el interior que me atendió con toda amabilidad.
--Necesito encontrar a [XXXXX XXXX].
--¿Sabes en qué año...?
--Sí--. Recité la fecha exacta. Porque ese día era el aniversario. Sacó los libros de registro. Hojeó cada página y lo encontró rápidamente. Me sentí fascinado al ver su nombre escrito ahí desde hace casi veinte años.
Y luego la sorpresa.
--La persona que buscas fue exhumada hace cinco años.
¡¿Qué carajo?! ¿Y por qué nadie me dijo nada? ¿Y qué le pasa a la gente exhumada? ¿Los tiran a la basura o qué? Estaba perplejo, por decir lo menos.
--¿Cómo que lo exhumaron? ¿Quién? ¿Qué pasó?
--Cada siete años se exhuman los restos.
Empecé a hacer cuentas. No, mi familia no haría algo así sin avisarme. Ridículo, debía tratarse de un error, ¿y ahora qué iba a hacer si lo habían echado a un basurero?
--¿Y qué pasa cuando exhuman un cadáver?--. Mirada de pánico:--¿Lo tiran o qué?
--No, no lo tiran. Los restos se colocan en una bolsa y se guardan en una bodega hasta que alguien los reclama. O a veces lo dejan en la misma fosa, aunque la ocupe otro nuevo cuerpo.
--¿Quién lo exhumó?
--Según el registro, lo exhumaron familiares.--Pausa meditativa. --¿Tú que eres de él?
--Soy...--pausa confusa. Ojos que se llenaban de lágrimas--. [Silencio] [Rompe el silencio] [ROMPE EL SILENCIO] [¡ROMPE EL SILENCIO!] soy su hijo. Es mi papá. Él es mi papá.
Empecé a llorar. No un llanto triste, suspirante. Sólo la conmoción de reconocer que por primera vez en mi vida reclamaba a mi padre. Las lágrimas eran un añadido instintivo y no una demostración dramática per se.
--Entonces como hijo tienes derecho a reclamar sus restos.
--¿Reclamar sus restos? ¿Quiere decir que sería mío? ¿Me quedaría con él?
--Sí. Firmas un papel y quedas como responsable de los restos.
--¿Y cuánto cuesta el trámite?
Me explicó sus precios y acciones disponibles. Apuntó el número de lote. Me dijo que los huesos seguían ahí.
Caminé. Me perdí. No sabía donde estaba. Los cementerios son lugares silenciosos.
* * *
--Somos tú y yo, frente a frente. Nadie más. Solos tú y yo. Lamento haber esperado tanto tiempo para venir hasta acá.
¿Por qué en los cementerios, cuando uno llega a la tumba, empieza a soplar un viento cálido? Es como un saludo alegre, juguetón. Cómplice. Sabe que estoy aquí, pienso. Le da gusto saber que vine a verlo, pienso. ¿Por qué no había podido venir antes?
Solía tener un papá y ahora tengo un bloque de concreto.
--¿Quién te hizo esto? ¿Quién te hizo esto...?--las ramas de los árboles, el pasto, todo se agita.
Cuando me acuesto sobre su tumba un rayo de sol me cae directo en la cara. Cierro los ojos. Me dejo mecer por el viento. Arranco el pasto que se ha nutrido de sus restos. Lo coloco sobre mi pecho. Todo esto dura un segundo. De pronto está nublado otra vez.
--Ya te visité yo. Ahora es tu turno. ¿Me vas a visitar tú, en mis sueños? ¿Vendrás conmigo en las noches?
No hay respuesta. Los muertos hablan por medio de silencios codificados.
* * *
Su familia está bien. Se les ve fuertes y reconstruidos. Resultó que yo no estaba loco por recordarlo aquel día. Había otros más rezando y pensando en él y prendiéndole velas. Saber que uno no es el único que hace algo quita un gran peso de encima. Devuelve un poco de cordura.
Llegué a la casa como les había avisado. Comimos. Tomamos refresco. Platicamos. Nos acostamos en el jardín y corremos alrededor de la fuente. Jamás encontraría el momento adecuado para plantear todas mis preguntas. Y sin embargo las hago.
--¿Por qué no me habían dicho que exhumaron a mi papá?
Larga historia. Comprensible. Yo estuve ahí. Me siento molesto pero también lo entiendo... de alguna manera.
--¿Por qué? ¿Quieres tú hacerte responsable?--mi abuela hace la pregunta con toda seriedad y franqueza. Me mira directo a los ojos. Sé que es su hijo, que nunca renunciará a él y lo que sea.
--Sí. Quiero hacerme responsable--respondo--. Él es mío. Él es mío.
Además, si mis abuelos son los responsables, ¿qué pasará cuando ellos mueran? ¿Y quién se hará cargo de ellos? Y un largo etcétera.
--Quién mejor que su hijo para hacerse cargo--contesta, satisfecha. Me sorprende que su reacción sea tan positiva. --Ahorita el titular es tu abuelo. Voy a hablar con él para que arregle los papeles.
Y me río. Por dentro. La correspondencia legal es meramente simbólica. Pero me siento seguro de mí, más seguro de lo que jamás me había sentido en toda mi vida. * * *
Gané un saco de huesos. Pero también recuperé a mi papá. Lo que los papás ignoran es que pertenecen a sus hijos tanto como sus hijos a ellos. El amor de un hijo a sus padres es inagotable e irrenunciable y las veces que un hijo dice odiar a un padre es por simple y llano dolor, el dolor del rechazo.
* * *
Entre la noche de hoy y la noche de mañana él estaba siendo asesinado, pienso. No quiero estar solo. Por favor, no dejen que pase solo esta noche.
Me despido de mi familia y me voy a la fiesta, fiesta de alcohol, risas y música. Sobrevivo la noche. En algún lugar del pasado una mujer deambula por el desierto, un niño duerme su última noche tranquilo y un hombre exhala su último aliento.
* * *
Hoy terminé de leer My Dark Places de James Ellroy. Pensé que sería una lectura traumática y dolorosa. Fue todo lo contrario. Me inyectó de vida. Me dio un respiro al verme reflejado en sus páginas: tantos comportamientos familiares, escenarios que se repiten. De nuevo me salvé de la locura al ver que no era el único que reaccionaba de "esa" manera.
Sí, lloré en pequeñas dosis. El autor consiguió su propósito: resucitar, por un breve y frágil momento, a Geneva "Jean" Hilliker Ellroy, y sí, puedo decir que era una mujer hermosa, dulce, inteligente, interesante, risueña, agradable, fuerte, luchona. Supe que hay cosas que sólo se pueden comprender entre deudos. Así que este post también va dedicado a ella.
Intenté purgarlo con ficciones violentas. Luego me metí de lleno en la nota roja. Alimenté mi cerebro de sangre, balas y muertes. Corté toda relación sana y/o estable. Me convertí en un subnormal, viviendo al margen social y económico. Vi de cerca la vida dura y sombría. Bailé con esqueletos y demonios. Y al fin comprendí que necesitaba ese bagaje para hacerme fuerte y seguir adelante con mi propósito. Comprendí que también tengo derecho a vivir una vida plena y feliz, aunque todos los días pienso en él y "ellos".
¿En qué momento dejamos de desentrañar los secretos de nuestros padres para convertirnos también en adultos complejos con vidas secretas y furtivas?
El olvido se paga.
¿Qué pasa con todos los hijos de asesinados por el crimen organizado? ¿Con todas las viudas? ¿Los padres, los hermanos, los amigos? Es mi dolor multiplicado por cuarenta mil. Literalmente. Y las verdaderas consecuencias de esta guerra (la guerra del narco en México, que durante décadas se dio en un subplano cuasi secreto y que ahora se generaliza) no las veremos hoy, sino dentro de veinte años.
No tengo los recursos ni los contactos para reconstruir un caso de crimen organizado. Pero estoy cansado de esconderme. De recluirme en un mundo irreal. De sentirme cómplice.
Silencio es cáncer.