Thursday, February 23, 2006

VACACIONES EN EL LIMBO


Lo que mantuve en secreto por tanto tiempo pasó a convertirse en un tema de conversación de todos los días. Pues nada más y nada menos que me operaron la nariz. Detallar una descripción desde el viernes (el día anterior a la cirugía) hasta hoy sería exhaustivamente imposible. El doctor me dijo que ya puedo retomar mis actividades cotidianas pero aún me cansa levantarme del sillón.
Claro que me gustaría postear algunas fotos, narrar la experiencia completa (hasta estoy preparando documental con mi nueva videocámara, jajaja) pero por hoy sólo dejo una aproximación de mi actual apariencia, aquel fotograma de Dead and buried (1981). Me encuentro libre de vendas pero la hinchazón me confiere una redondez facial tal, que me hace sentir como un dibujo de Edward Gorey (digamos, uno de sus Gashleycrumb tinnies).
Lo único que puedo decir es que ha sido como estar de vacaciones. Jamás me sentí tan consentido y tan de lujo. Mi única preocupación debía ser procurarme descanso. A lo largo del día sólo debía ocuparme de comer, dormir y tomar pastillas (estas horas han sido todas chochos pastillas y jugo de manzana). Se siente bien no tener que trabajar ni estudiar, por propia voluntad, y sólo esmerarse por estar a gusto.
Y lo del limbo, lo comparo porque es como estar y no estar. No duele nada (dolió más el piercing del pezón, y ayer me llevé un susto pensando en que se me había cerrado el hoyo) pero jamás había estado en una situación semejante. A pesar de la hinchazón, ya se nota el cambio. Quisiera sonreír pero me da miedo sangrar o reventar las costuras (¡y sangré dos días enteros! pensando, ¿qué es esto? ¿mi jodido periodo?) aunque el doctor dijo que ya puedo hablar y reír y hasta trabajar (que lo contemplo en serio, eh, apenas me quiten la férula). Por ahora quiero dormir y leer un poco, recostado, pensando con las satisfacción del ¡Por finlo hice!, que estar frente a la computadora me ha dejado cansado.
Para evitar accidentes, mejor una sonrisa desde el teclado
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FIEBRE ROJA (LA TORTUGA,LA MANO,EL CONEJO...)


Sólo bastó poner una canción para embriagarme de emoción,y reconocerme en tanta cursilería jamás fue tan culpablemente placentero. Así es. Yo, un eterno romántico de clóset (que ni tanto, pues se me nota a leguas) estaba emocionado por el día de San Valentín.
Pasé la noche haciendocartas, con mil formas ycolores. Había unas botas, una manocon anillos, un conejo, una tortuga, una estrella. También hice galletas, galletas para todos. Y es que no era sólo el placer de hacer algo cursi.
Siempre fui de los que hablaban pestes del 14 de febrero. Me escudaba, claro, en la paranoia hacia el consumo indiscriminado. Pero aprendí que no es malo formar parte de ello, que es bueno tomar de pretexto un día cualquiera y confirmarnos ese cariño.
De la emoción pasé a hcer planes para el día siguiente, y cuandollegó el día tuvo que ser anticlimático. Nofue un mal día. Fui a comer con mis amigos y dimos vueltas por la calle, los globos haciéndome guiños y toda la gente feliz. Los acompañé a tomar y recibí regaños por mi abstinencia. Ya no fuimos al otro lugar porque lo abrían hasta las diez, y a esa hora ya tenía que regresarme a micasa.
Ése fue el inconveniente. Que hice lo que habría hecho cualquier otro viernes, sólo que faltaban Óscar y Ricardo y yo me había prohibido tomar gota de alcohol. De todas maneras recibí chocolates y cartas y globos y abrazos y llamadas telefónicas y correos. Y ese fue mi San Valenmtín especial. Y lo especial fue que formé parte de ello.

Sunday, February 12, 2006

LA HORA DE LAS VARIEDADES

Caminando por las calles de la vida me ligué a un taxista roquero, un piloto soñador, un venezolano, un turista canadiense, un estadounidense revendedor de boletos de conciertos, un sudafricano criado en Amércia y de visita por el sur, un turista febril, un huérfano, un tipo al que le faltaba medio dedo meñique, un vagabundo, un adulto adolescente que daba la impresión de matarnos apasionadamente cada vez que íbamos en su auto, un técnico de televisa, un muevecables, un huérfano desconsolado, un travesti drogadicto, un cubano que dijo "sí" al preguntarle si podía irme a vivir a su casa, un diseñador de modas (no, eran dos, sólo que uno era argentino), un chico con temor a amarme, un cartero, un productor de películas porno, un actor porno risueño, otro actor porno con corte a lo punk, un maestro espantoso, un regiomontano del que me enamoré en cinco minutos, un vendedor de uniformes, un militar, un arquitecto, el dueño de un conocido café, un vendedor de una sex shop, un vendedor de pizzas, un teporocho, etcétera.

Wednesday, February 08, 2006

CINCO AGUJAS EN MI CORAZÓN

¿En dónde está el baño? Esto parece más bien un vestidor. Se acerca un hombre con bata, así que le pregunto.
--¿Dónde está el baño?
--Puedes usar ese.
Supongo que no hay problema. Me lavo las manos y espero a que el tipo se vaya. Entonces me encierro en un cubículo y miro el vaso estúpidamente. ¿Qué demonios quieren que haga con esto? Ni siquiera he tomado agua: ya llevo diez horas en ayuno, mi cerebro y mis demás órganos lo resienten. Suspiro incrédulo y orino. La fuerza del chorro me toma por sorpresa. Lo que uno mentaliza como una meada floja en realidad requiere mucha presión... la anatomía nunca deja de sorprenderme. Tengo que hacer una pausa entre el vaso y el resto, porque aún falta, así que acabo en la taza.
No es normal tener la orina en un vaso. Casi siento que estoy pecando, pero aún no llega lo peor: tengo que pasar el contenido del vaso a un tubito con una pastilla (¿No tenía que tomarme antes esa tableta? No, espero que no). Hago la operación pensando en los juegos que uno hacía de niño, cuando preparaba la "comida" (pasteles de lodo, ensalada de pasto y gusanos, pasteles de espuma de shampoo) o cuando jugaba al laboratorio con mi hermana. No evito sentirme totalmente ridículo, impermeable la sospecha de que hay cámaras en el baño.
El tubo se llena rápidamente, tengo que vaciar el resto en la tasa, luego tiro el vaso y salgo del cubículo. Me lavo las manos (apoyo, un poco avergonzado, el tubo en una esquina donde nadie lo pueda tocar accidentalmente) y me seco como si nada.
Avanzo por el pasillo, completamente consciente de que traigo un tubo de orina. Me acerco a la recepción del laboratorio.
--Puedes tomar asiento--me ofrece la chica, guapa y joven, muy educada. Tomo asiento con la mano levantada, previniendo que todo se tire inexplicablemente.-- En un momento pasas.
Noto que el tubo está tibio, mucho más que mis manos frías, heladas. Puedo levantarme y echarme a correr en ese instante. Puedo arrojarles el tubo en la cara y largarme hecho un manojo de pánico. Pero sería una forma poco honrada de dar vuelta atrás.
Lo pienso un rato, acaso un minuto. No valdría la pena echar abajo todo el plan sólo por una agonía que durará cinco minutos. Ni siquiera he llegado tan lejos. En ese momento me doy cuenta de que son las primeras pruebas que hay que pasar. No parece un impedimento pero por primera vez comprendo que para llegar de a a z hay que pasar por b y por c, que esto es apenas el comienzo. En vez de asustarme eso me da valor, porque sé que en cuanto abandone el laboratorio estaré un poco más cerca de lo que siempre he soñado.
--Puedes pasar, por esa puerta--señala la chica.
O tal vez me equivoco.
Me doy una bofetada mental. No es buen momento para ser cobarde. En realidad, nunca es buen momento para ser cobarde. Respiro y cruzo la puerta, donde me topo con otra amable mujer de bata, un tanto regordeta, el pelo teñido de rubio, y en conjunto me hace pensar en las amables educadoras del kinder.
--Entra al segundo cubículo, al fondo del pasillo. Ahí espérame, no me tardo--sonríe, franca.
Es un cuarto blanco. Hay una silla, base de metal, acolchada en cuero azul: ideal para que uno clave las uñas, amarrado, chillando, retorciéndose y pataleando. Al lado hay una mesita con ruedas, como sobre las que ponen tijeras y pinzas en las estéticas, sólo que aquí hay algodones y frascos y una caja de cartón. Me siento, y a la izquierda, donde está la única salida, sobre el muro hay unos papeles: Se solicita abstinencia en caso de solicitar prueba de XXXX, Completar un ayuno de 8 horas para pruebas de sangre tipo XX y XX. Me embriaga un olor a químicos, aire esterilizado, látex y dolor. ¿Así será en el quirófano? El miedo se construye lentamente en mi interior, mientras lucho en su contra antes de que se vuelva incontrolable. En ese momento entra la doctora.
--Pon ahí tu prueba de orina--señala la cajita de cartón.
Genial, pienso yo. Ya me estaba cansado de traer esa cosa en la mano.
--Relájate.
No puedo relajarme. Cuando te dicen que te relajes, te preocupas. Mi temor es estar tan relajado que sienta cada poro de mi piel, acentuando el dolor. Ata una especie de liga alrededor de mi brazo, lo cual me hace sentir como vil junkie. Aprieta y pienso: Aquí viene un buen fije. Casi quiero reír. O llorar, ya ni sé a esas alturas.
--Mira hacia allá--señala hacia el vacío en el umbral.
Es una advertencia de ensueño, como cuando en Hellraiser le ordenan a Kristie desviar la mirada para que no vea cómo su tío estalla en pedazos. Sigo el consejo de la doctora, recordando aquel incidente con mi perforación en el pezón: justo cuando miré hacia abajo no pude reprimir un grito agónico (en realidad fue un "¡Au!" discreto, hasta el tipo me dijo que pensó que iba a "chillar más").-- Ahora aprieta el brazo.--Ni le pongo atención, cierro el puño a medias y vuelvo a abrirlo, eso es todo lo que aprieto--. Sigue apretando... Ya...
--¿Qué te van a hacer?
--Voy a [le explico todo el asunto], espero que de este sábado al otro, porque [le cuento mi plan ultrasecreto].
--Oh, qué bien--siento el primer pinchazo--. ¿Y a qué te dedicas?
--A nada por el momento. Terminé la prepa en diciembre.
¿Por qué me estoy sincerando con esta completa desconocida bonachona? Necesito distraerme, eso es todo. Y la única manera de distraerse es concentrándose en la verdad (vamos, cualquier pirado puede inventarse una mentira, pero para decir la verdad hay que concentrarse con empeño).
--¿Y qué quieres estudiar?
--Cine--nunca se lo digo a nadie porque hay que dar explicaciones, pero en este momento crucial soy capaz de darlas.
Sale la aguja y río aliviado. Hemos acabado. Me asomo para ver el daño efectuado en mi pobre brazo derecho. Apenas giro la cabeza y me doy cuenta de algo: hay otras cuatro jeringas, vacías. Desvío la mirada antes de ser azotado por un vértigo. Logro prevenirlo.
--¿Ya has visto escuelas?--siento el otro pinchazo.
--Sí, he visto esta que es muy buena, se llama [recito el nombre de la escuela]. Me gustaría mucho entrar.
--¿Entonces te gusta escribir historias?
--Sí, mucho.--entra otra aguja, o sale la segunda.
--¿Qué tipo de historias escribes? ¿Para niños?--se ríe, bromeando.
--Sí, para niños.
--¿O escribes historias para adultos?--siento otra aguja.
--También, jeje. De todo un poco.
--Qué bien.
--Para niños, historias juveniles, de terror, para adultos, de drama--otra aguja me pica.
--¿Has escrito guiones?
--No. nunca.
--¿Y eso?--siento otra aguja, bien hondo.
--Oh, sí, sí los he escrito. Como tres. Y otros que nunca acabo. Tengo muchas cosas incompletas--otra aguja. ¿Ya cuantas van? Recuerdo el rostro desecho de aquella chica de Saw II (le pusieron Juego Macabro 2), cuando la avientan a un pozo lleno de jeringas. Así me siento, exactamente. Hundido en un pozo de agujas, retorciéndome.
--Aprieta bien.
Miro mi brazo. Sobre el punto rojo pone un algodón que me arde. Se supone que tengo que apretarlo pero ni tengo fuerzas, sólo hago como que lo aprieto.
--Alza el brazo. Tenlo doblado unos diez minutos. Tus pruebas están para el jueves a las cinco.
Me voy del laboratorio. Lo he logrado. Cinco pinchazos y una prueba de orina. He librado otro pequeño obstáculo que nunca fue obstáculo. Vencí el miedo y falta muy poco, el reloj sigue avanzando, cada vez estoy más cerca. Recuerdo aquel comercial de Lacoste Essential, del tipo con la playera verde que va salte y salte en un puerto, y la canción, esa voz tan suave. Siempre me tranquiliza verlo, me deja una sonrisa estampada. Así que me alejo del laboratorio con el comercial a toda potencia en mi cabeza. Paso por Los Bisquets de Obregón y no puedo evitarlo: me suelto a reír. Una carcajada histérica, luego otra. Una señora que va saliendo del estacionamiento no deja de verme. Y yo sigo riendo.
Llego a la esquina sin dejar de reír. Veo la alberca Olímpica y de pronto me resulta graciosa. Compro agua en un puesto ambulante, ya no aguanto la sed. Es un lío pedir el agua y un Tin Larín porque entre risa y risa apenas puedo decir media sílaba. Veo a una mujer saliendo del banco y me le acerco con cara de necesitar ayuda urgente.
--Necesito...--risa-- Quiero...--risa-- Por favor... --risa-. Abrir... --risa-- Sacaron sangre... --risa-- Nervioso... --risa.
--Sí, ya te vi desde hace rato. No te preocupes--sonríe y me abre el agua.
Cruzo la avenida, bajo el puente, y tomo un camión hacia la Plaza. Doy vueltas, bebo un jugo, me pruebo ropa, vuelvo a ver al tipo de Diesel que me gustó y me ayudó a escoger ropa interior hace como un mes ("Yo creo que ése se te vería muy bien", me sonríe. "Bueno, eso es lo que yo creo") pero no puedo flirtear porque me estoy tambaleando y no me atrevo a mover el brazo derecho. Todos me miran como si estuviera drogado y mi madre llama preocupada para decirme que desayune. Le digo que todo está bien y una vez pasado el frenesí de compras me dirijo de regreso a casa. Quiero dormir y no lo consigo hasta en la noche.
Descanso como nunca antes.