Monday, July 24, 2006

ANIMALES Y MÁS QUE ANIMALES (BEASTS AND SUPERBEASTS)



Encontré una renovada simpatía hacia aquellas criaturas irracionales, los animales, leyendo el libro de 1914 que da título a este post, de la mano de Saki (seudónimo de H. Munro), aunque debo otorgar un buen mérito a la historia que abre "Crímenes Bestiales", de Patricia Highsmith, sobre una elefanta de zoológico que me hace pensar en la necesidad de afecto de todo ser viviente.
Levanté el teléfono y llamé a mi abuela para invitarla a pasear. Fue un día magnífico; por mucho, el más especial del mes.
* * *
Desperté con cierto retraso, culpa de un error que cometí con mi celular-despertador. Disfrutando la hora temprana, me arreglé meticulosamente y preparé un desayuno ligero. Telefonée a mi abuela para recordarle nuestro compromiso, y cuál fue mi sorpresa, cualpable, al enterarme de que ya estaba lista y esperándome desde las diez de la mañana. Salí de casa presuroso escuchando música a todo volumen, para olvidar mi grosera falta de puntualidad.
Por fin me vi en terrenos familiares y no pude dejar de disculparme. Luego de algunas tareas que mi abuela tenía pendiente, emprendimos el viaje hacia Chapultepec. Al cabo de un apacible recorrido en metro, me despojé de todo residuo onírico.
Recordando el itinerario de la protesta del domingo anterior, bajo la mirada de una hilera de maniquíes impecables--bocas rojas, cabello enchinado y castaño, trajes caros y postura pétrea condensada en ojos azules-- llegamos al monumental Chapultepec. Caminamos del brazo en busca del zoológico, valiéndonos de indicaciones de boleros, policías y fotógrafos. El día, que pasaba de brillante a sombrío con la constancia de una pirinola, se embellecía con escenas de un lago verde en el que familias y grupos de amigos pedaleaban en lanchas azules. Mi abuela me deleitaba con anécdotas de su primera visita, y yo intentaba hacer mi aportación con la difusa memoria de mi breve vida.
La guía nos arrastró a la avenida Reforma, donde se exhibían fotos ampliadas de una ciudad en blanco y negro, remota, inalcanzable, anhelada y mítica. Personajes cotidianos sacados de 1955 irradiando la inocencia de los viejos tiempos entre bicicletas y ramos de globos. También había reproducciones de 1910-y-algo, y algunas del siglo XIX, y ligeras explicaciones de simbolismos e Historia.
Siguiendo la afluencia peatonal dimos con la entrada del zoológico. Otra gran sorpresa fue enterarme de su libre acceso (o sea, gratis). Antes de poder entrar vaciamos una botella de Coca Cola a fuerza de sendos tragos.
Nos paseamos por el área desértica (la gran favorita del día, a mi parecer, pues contiene todos esos animales que siempre he considerado "de zoológico")y terminamos en la fila de ingreso al herpentario. A pesar de contados escalofríos la muestra fue menos impresionante de lo que temí: faltaron algunas cobras y llegó un punto en el que no distinguía una cascabel de otra. Vi unas lagartijas nefastas, aluciné serpientes entre mis pies, medí el grosor de mi brazo con el de una boa constrictor, sopesé el peligro de enredar mis pies en una anaconda durante un chapuzón amazónico y comparé las crías de pitón con el tamaño de mi mano. Me maravillé con los cuernos del negro ajolote e hicimos comentarios raciales basados en las lenguas serpentinas.
Amenacé a mi abuela con echarla a los leones, inspirado en las maldades perpetradas por la gata Milonga. Nos enternecimos con la pequeña villa de los roedores (intenté no preocuparme por las consecuencias de una inminente sobrepoblación), disfrutamos de los hábitos exhibicionistas de la nutria e incluso vimos a un elefante haciendo aeróbics (!).
Descubrí que los antílopes duermen en montones, y el dulce amor de un changuito por su madre. Aplaudimos la vanidad y soberbia de un rinoceronte lleno de tierra, y el irracional impulso de un oso perezoso por treparse a la lámpara.
El camello, el hipopótamo y las jirafas miraban con desinterés, mientras el oso polar esperaba el momento adecuado para dejarse ver, de manera que acaparaba aplausos y silbidos de coquetería. Había un changuito que utilizaba el alféizar como pasarela, y uno alentaba sus ganas de entretener.
--Abue, me da mucho gusto que hayas venido conmigo.
--Gracias, hijo. A mí me da mucho gusto que me hayas sacado a pasear.
Fue coincidencia que dedicara el mayor número de fotografías a los osos panda, aunque hay que reconocer su falor como figuras de la cultura opular mexicana (aún mi madre recuerda los primeros ejemlares que trajeron en 1975: Ying Ying y Pe Pe).
Hacia el final de la visita nos encontramos con que habían guardado ya a los changos--y me quedé con ganas de ver a Arila laGorila--, de quien uno espera el mayor número de payasadas. Los cocodrilos también estaban ausentes y el cielo presagiaba tormenta, así que decidimos que era el momento idóneo para retirarse.
Sin darme cuenta cruzamos medio Chapultepec (mis piernas se quejarían en los días posteriores). Encontramos el metro Auditorio a unos pasos y me aseguré, gracias a mis cálculos, de que fuéramos sentados en todo el trayecto.
Comí en casa de mi abulita y me topé con dificultades no para despedirme, pues lo hice repetidamente durante media hora, sino para irme.
--Eres muy buena persona--me dijo, y la abracé y miré hacia el horizonte para no llorar, conmovido.



Aquel jueves se convirtió en una excursión que jamás voy a olvidar. El lado agridulce de aquel acercamiento radica en la súplica de "Prométeme que nunca te vas a morir, abuelita" que empaña mis ojos de lágrimas al llenarse mi pecho de amor y ternura.
Pasamos, pues, un día perfecto en el Zoológico de Chapultepec.

Tuesday, July 18, 2006

TRIPTICO AMOROSO

I
Entro al cuarto y lo miro a los ojos. Lo he seguido con suma cautela y por fin estamos frente a frente.
--¿Cómo te llamas?
No contesta, ni siquiera me mira. La primera punzada late en mi sien; una reconocida señal de alerta.
Esto ya ha ocurrido antes, hace cinco minutos. Estaba con aquel tipo de Coahuila,y por más que yo gritaba él aseguraba no escucharme:
--Se mueven tus labios pero nada sale de ellos.
Volvía a gritar, con el mismo resultado. Por fin forcejee para escapar de sus brazos, empeñado en alcanzar a aquel explorador del lejano Egipto.
--¿Puedo tocarte?
Sigue sin mirarme. Al parecer no le importa mi súbita pérdida del habla. Me acerco a él, admiro sus bellas facciones. Su cuerpo cálido, y aquellas bermudas que me hacen pensar en Indiana Jones.
--¿De dónde eres?
Me toma por la cintura y nos quedamos abrazados, en silencio. Me acomodo entre sus piernas.
--¿Puedo sentarme?
--Sí. Siéntate.
--Pensé que no me escuchabas. --Lo miro con reproche. -- ¿Sabes? Hace un momento un tipo no podía escuchar mi voz... como si fuera yo un fantasma.
--Sí te escucho. Sólo que no me gusta hablar.
II
Son las cuatro de la mañana y me despierta un zumbido.
Es mi celular.
Acabo de recibir un mensaje. Lo leo y me veo presa de una gran emoción, pero es tan tarde que el sueño me gana. Me sorprende mi aliento alcohólico a la vez que pienso en dónde podrá estar él, que asegura estar llegando de muy lejos.
Me debato en sueños eróticos, o tal vez en una fiebre, porque he dejado la ventana junto a mi cama abierta de par en par.
III
--¿A ti te vi ayer?
--Sí, aquí estuve. Me acuerdo muy bien de ti...
--¿En serio?--no le creo.
--Sí. Llevabas...--se queda pensando, y en aquel segundo de inmovilidad se transforma en una momia ojerosa--. Llevabas una playera morada con una calavera de diamantes...
Suena el teléfono, es aquel chico, en gran medida imaginario, al que me he aferrado hasta con los dientes.
--¿Puedes salir de aquí? Necesito hacer una llamada.
Entra mi amigo Luis en mi rescate. Me cuestiona:
--¿Qué hacías hablando con ese loco?
--Mmmm...--me encojo de hombros.-- Me cae muy bien... Me recuerda... no sé... al Joven Manos de Tijeras... Parece como zombi. ¿Cómo te ha ido?
--Mal. No encuentro nada. ¿Y a ti?
--No tengo ganas de encontrar nada.
--Bueno, porque ya tienes a tu novio.
Empiezo a reír, enternecido.
--No es mi novio. Es sólo un mensaje de celular.
--Pero ya tienes alguien en quien pensar. Yo sólo quiero tener a alguien que me quiera.

Monday, July 10, 2006

Nunca había participado en un evento político-social. Fui a la Marcha LGBT en tres ocasiones, y a medida que se repetía mi asistencia se desvanecían notablemente mis ánimos de protesta: se convirtió en un carnaval que incluso agarré de pretexto para un par de buenas borracheras callejeras.
No así este sábado 8 de julio 2006. Desde el anunciamiento de Andrés Manuel López Obrador, el miércoles en la tarde, en el que convocaba una reunión ciudadana en el Zócalo, encontré la disposición de participar físicamente (que muchos lo han hecho, pero de manera mental). Simplemente no me trago lo que dicen en los noticieros, cual robot maquillados:
"Debemos confiar en nuestras instituciones, más honestas que las de China y Perú y Estados Unidos. Está en ellos dar el resultado electoral. No es conveniente salir a las calles, conservemos la paz y la calma. Debemos confiar en..."
Así que llegó el sábado y fuimos: yo, mi abuelita (blandiendo un cartel, gritos sonoros de "¿Le crees al IFE? Yo tampoco"). No pude sino expresar mi admiración por aquellas tres mujeres, en plena tarde saliendo de Pino Suárez. Me sentí de vuelta a los años setenta, a aquella escena de El Exorcista donde Ellen Burstyn toma un megáfono; o aquel episodio hippie de Los Simpsons donde la señora Simpson escapa del rígido seno hogareño para boicotear el laboratorio de experimentos biológicos del señor Burns.
Nuestra protesta concluyó en el Zócalo, entre un mar de gente, todos molestos, tristes, enérgicos. Cámara en mano, atestigüe aquel movimiento en el que, a pesar de que algunas personas por poco cedían a la claustrofobia y el calor (la lluvia cayó fresca sobre nuestros rostros), dominaba una causa, un anhelo.

Thursday, July 06, 2006

REALIDAD (BIENVENIDO/WELCOME)

Quiero hacer una correción. Aquella luz, aquella pancarta, en grande agitándose en mi cabeza, no decía "Bienvenido a la vida adulta". Decía, en realidad:
BIENVENIDO A MEXICO
En nuestra vida cotidiana no podemos ser tan inconscientes, evadir nuestra situación política, geográfica y social en pequeñas fantasías e ilusiones de que algún día todo va a cambiar.
La situación actual es cuestión de decidir no un presidente, sino qué creer. No creo en cifras; el PAN es todo cifras; creen que van a engañar con datos en apariencia serios pero todo son números de apariencia formal, muy en el estilo de la doble moral que practican. Permitir que el Partido Acción Nacional es aprobar que sigan enriqueciéndose quienes no deben (Martha Sahagún, sus hijos, los amigos del presidente, los cuñados, aquel engrendro llamado Josefina Vázquez, y otros pocos monstruosamente beneficiados).
Todo me pareció tan fabricado, planeado, inverosímil que mi incertidumbre y tristeza dieron paso a una abierta indignación. No creo en gráficas que escapan a toda probabilidad matemática.
Creo en otras cosas, como esto:
O esto:
Y esto:
Y muchas otras cosas más...

Monday, July 03, 2006

IN-CER-TI-DUM-BRE

Era temprano y yo no sabía que estaba dormido: el sueño ocurría como una tensa verdad. Recién veía los resultados de las elecciones cuando mi madre tocó a la uerta, despertándome. Entonces pensé: "¿Estoy tan preocupado como para soñar con las elecciones?"
Lo siguiente era arreglarse para salir a la calle. Era todo emoción y alegría: por primera vez iba a votar, por primera vez me sentía parte de un movimiento histórico, político, social, etc. Con mi cámara en mano, recorrimos en auto unas calles citadinas con carros que ostentaban estampas ("Sonríe, vamos a ganar"), la gente en la calle con playeras amarillas y posters al por mayor.
Legué a la secundaria donde debía votar. Por supuesto exhibí mi faceta más torpe, pues me mandaban de un lado al otro y yo sólo seguía mal las indicaciones, confundido. Al final mi tío me llevó prácticamente del brazo hasta el lugar que me habían señalado desde un principio. Y, frente a mis ojos, ocurrió la magia del voto. Me dieron un montón de bellos papeles (me recordaban los libros de texto de la SEP que llevaba en la primaria) y me escondí en la casilla, por eso de que "El voto es libre y secreto".
Lo que había frente a mi era... ¡una crayola! Una rápida leída y me puse a tachar, a votar. Salí preguntando:
--¿Y ahora qué?
Ahora tenía que doblar las papeletas y meterlas en las urnas correspondientes. Y listo. Salí de votar, con el pulgar marcado y una sonrisa en la cara. Mi abuela, mi mamá y mi tío me esperaban afuera de la escuela, y fuimos a la tienda a comprar cosas para el desayuno.
Planeaban celebrar las elecciones con un pavo que sobraba del diciembre pasado. Los invitados empezaban a llegar. A mitad de la tarde me quedé dormido. Cuando desperté, loa mitad de los invitados había desaparecido, y por supuesto, me puse a preguntar por mi mamá.
--Fue a comprar pan--me dijeron, pero yo me sentía aletargado (y comprobé mi rostro grotescamente hinchado en un espejo), perdido.
--¿No han visto a mi mamá?
--Salió, no debe tardar.
La noche se volvió más densa, y el "Sonríe, vamos a ganar" se convirtió en preocupación e incertidumbre. Entre las tres de la tarde y las ocho de la noche algo ocurrió, algo que nadie vio y que ocurrió gradual y secretamente. Ya no se trataba del mismo día, sino de la pesadilla amarga del proceso electoral.
Pintado en nubarrones negros, decía:
BIENVENIDO AL MUNDO ADULTO
Mi soñadora primera experiencia de votar se convirtió en la desconfiada tortura que vi año tras año en los adultos, en sus rostros impotentes y derrotados, rendidos, cansados.
Nadie sabe qué pasa, todo está en silencio. Nadie sabe qué pasará, sólo hace frío y en cualquier momento va a llover.