Sunday, November 14, 2010

PUNKROCKER

A veces las cosas que dice la gente es como encontrarse con una pequeña mina de oro. Anoto en mi libreta cada detalle: el diente de oro, la cartera llena de billetes, las botas vaqueras, los restaurantes, los carros, las casas, las fiestas, siempre resguardando la intimidad de aquel que confesa su pecado, su secreto.
Otras veces he visto tantas películas de terror que sueño con ciudades inundadas hasta el tope y con libros demoníacos; con gente muerta y con un enano que se esconde detrás de la puerta moviendo las cuerdas que salen de sus espaldas, como títeres. Los fantasmas son como niebla que se dispersa sobre el techo. Alguien cometipó el error de invocarlos y ahora rondan libres sembrando caos y miseria.
De pronto me invitan a una fiesta en una casa de cinco pisos y estoy completamente seguro de que un hombre vestido de cuero negro me sigue los pasos. Cuando me meto al elevador su mano enguantada, empuñando un cuchillo, asoma entre las puertas, pero hago todo lo posible por mantenerlo fuera. Al encerrarme en mi habitación sé que esto no ha terminado, porque el hombre seguirá apareciendo hasta que consiga lo que quiere de mí. Mientras tanto, será indestructible, y se llevará a todos mis amigos que sean lo suficientemente incautoso como para meterse a nadar en la alberca o quedarse solos en alguno de los pasillos embrujados.
Antes maldecía los días en que no tenía sueños. Me lamentaba cuando lo único que soñaba era que esperaba el camión, o que me preparaba el desayuno.
Ahora decidí que mi vida sea una película de terror con innumerables secuelas. La otra vez un sandwich intentó arrancarme los dedos. Me pregunto si será buena idea tomarse una cerveza en este estado de-mente.
No hay manera de evadirlo. Como esta criatura que se esconde detrás de los árboles, aquel viejo conocido que me acecha entre multitudes, siempre hay que volver frente al teclado, frente a la hoja o pantalla en blanco. El complejo de Casandra es un don, y la responsabilidad de mantenerlo, el compromiso hacia lso fieles troyanos--o lo que sea--es sentarse a escribir.
Son las cuatro de la mañana y estoy oficiando un exorcismo.
666
Malo. Malo.
Como sea, la lengua me pide a gritos darle una gota de alcohol, pero ya todas las tiendas cerraron y de alguna manera todo parece retomar su debido camino. Me siento bien, supongo. A veces cuando la mente está inquieta es porque por fin llega a ese estado de certidumbre, y ante el tremendo ocio no le queda más que alocarse y fabricar pesadillas y monstruos imaginarios.

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