Wednesday, June 02, 2010

DEEP DARK SECRET

Despiertar junto a un soldado en un hotel de Garibaldi, tomar una siesta (aún es temprano y el techo da vueltas), despertar de nuevo, descubrir que el soldado se ha ido, que en el piso hay una caguama intacta, ya tibia y destapada, y bebérsela... Tal vez sea una señal inequívoca de que se ha tocado fondo. O de que, luego de una cadena indefinida de parrandas, uno ha cumplido veintrés años.
Puedo mirarme en el espejo del tocador y reírme de mis ojeras, del cabello despeinado, del cuerpo desnudo envuelto en sábanas. Hasta el fondo con la botella. Qué mejor manera de empezar el día que con una caguama. Incluso el caballero dejó un paquete de chicles sobre el buró, como escudo de aquella socorrida frase: "Hueles alcohol".
Sólo que no se me antoja abandonar la habitación. Prefiero quedarme acostado, tomar algunas fotos. Ruido de taladros. Las paredes se cuartean. Ríos de humedad enmohecen mi panorama. Luz amarillenta. Debo convencerme de que todo esto no es un sueño, es real. Suena el teléfono.
--¿Sigues ahí?
--¿Por qué me dejaste?--reclamo airado, aunque la verdad la estoy pasando de lo lindo.
--Estoy de servicio. ¿Y tu historia?
--¿Cuál historia?
--¿La estás escribiendo o la estás viviendo?
Corto la llamada. Es hora de salir a la calle. Me despido de la recepcionista. Parece que ya me conoce. Tengo el bolsillo intacto. Pero eso no me hace una puta. Sería puta si me hubiera sacado un fajo de billetes, supongo. Y si uno se guía por las estadísticas, me parece sorprendente que los encuentros con civiles estén tan pasados de moda.
El sol me deslumbra. Porque es la una de la tarde. Las cantinas vacías, los teporochos en el suelo, los señores que salen a comer después del trabajo, las mamás que recogen a los niños de la escuela. El conjunto de imágenes me da la impresión de estar viendo una película de los años cincuenta. Todo parece un pueblo añejo, aislado de lo que yo llamo realidad.
A veces me disfrazo de vagabundo.
De día todo parece más pequeño. Si no mal recuerdo, ayer por la noche le pagamos a un indigente para que nos diera un paseo por Tepito. Barrio bravo. Entre jardineras escondiéndonos de los policías, corriendo de los bandidos en motocicletas, saludando teporochos y niños de la calle. O acaso lo soñé. Es mejor pretender haber soñado.
La otra madrugada, viendo Twin Peaks: Fire Walk With Me, sentí escalofríos al ver a la joven y bella Laura Palmer, poseída por el diablo, las tetas al aire en un bar en plena carretera, manoseada por camioneros y alucinando con niños enmascarados y fantasmas del espacio. Resultaba ocioso seguir la trama, porque en cada momento escuchaba pasos subiendo las escaleras, que se detenían justo en la puerta de mi cuarto.
Prefiero el anonimato de los blogs que las insistentes redes sociales, que mantienen al tanto a todos--conocidos y desconocidos por igual-- de nuestra falta de ideas. De una soporífera falta de vida. De resignarse a seguir un camino convencional, aceptar lo cotidiano como una situación normal, inalterable.
En vano me he alejado de ese pulpo de mil tentáculos. Hi5s, Facebooks, Twitters, Metroflogs. Borrado invitación tras invitación. Esa desesperada--y nauseabunda--necesidad de exhibirse. Perseguir un estatus. El colmo de la apariencia. Pretender que todo va bien, en un mar de éxito. Sin embargo, resultaría relativamente fácil ubicarme en la red. Basta teclear mi nombre, junto alguno de mis otros gustos. Es todo lo que se necesita. Lo que sea. Estoy haciendo reflexiones al azar. Todos hemos buscado a otra persona, del trabajo, escuela, familia, vecinos, por el mero placer morboso de hurgar en sus pensamientos. O al menos yo sí lo he hecho. Cabezas huecas que sólo terminan por decepcionar. O enrarecer el ambiente. ¿Cómo mirar a la cara a ese peronaje secundario, del que ahora sabemos cuántos divorcios ha sufrido, infidelidades a la novia, cuántos hijos tiene, cuántos novios la dejaron, cuánto anhela tal o cuál cosa o qué tan patéticos son sus amigos? Disimular la sonrisa se vuelve un ejercicio pesado. La diferencia entre esas redes sociales y esto es que aquí uno se vale de las palabras, de la escritura, y sólo por eso me parece interesante intentarlo por este medio. Más palabra, menos fotos. Lo último me provoca decir:
--Me das risa. Tu vida es ridícula.
Es absurdo avisar a todos. "¡Hey, miren, tuve una idea!" Una idea que al siguiente cacareo será olvidada, en ese laberinto de vivencias cotidianas. Prefiero hacer y deshacer. Destrozar el pavimento, esconderme de las balas, narrar mis andanzas nocturnas, mi irremediable gusto pór lo guarro, etc etc. Si la vida no es una película de terror, prefiero quedarme dormido. Y ni crean que voy a ver ese remake horrendo de Pesadilla en Elm Street. Una noche de desvelo intentando hacer la tarea me proporciona todos los sustos que necesito.
Aquí puedo escribir lo que quiero. Este es el pozo para verter todos mis oscuros secretos.
Adoro la música pop de los años sesenta. La rebeldía de las Shangri-Las, el punzante anhelo de las Supremes, la negra delicadeza nostálgica de las Shirelles, los sabios consejos para una chica moderna de las Marvelettes, los desgarrados chillidos de Darlene Love inmortalizando la Navidad, los himnos juveniles de las Ronettes. Pero hasta ahora nada parecido a Dee Dee Sharp.
Mientras las demás se aparejan en un estilo de producción que bien podría ser intercambiable, Dee Dee recurre a la emoción de la música en vivo, a la seducción de las salas de baile. Irradia ese no se qué de la intimidad, parece hablar sin tapujos de lo que anhelamos, lo que nos llama a seguir impulsos deliberados. Mientras las demás chicas contienen su pasión en pujidos y llantos, Dee Dee me hace mover las caderas. Como esa escena de Hairspray, donde Riki Lake y Penny P. se escapan con sus novios a bailar los bailes de negros. Ese aire de prohibido, revelado al fin ante nuestros ojos. Me refiero no a la Dee Dee de Mashed Potatoes y Gimme Gravy (For My Mashed Potatoes). Me refiero a la soltura desenfrenada de You Are My Sunshine, Do The Bird, Deep Dark Secret, Standing In The Need Of Love y Wild!, y a la pasión sin límites de To Know Him Is To Love Him, Wylliam Wylliam y I Really Love You.
Esos oscuros secretos, que en vez de obligarnos a esconder entre las sombras, nos obliga a pavonearnos, vanagloriarnos de saber más que el de junto.
--¿Cuándo nos volvemos a ver?--pregunta, luego de mandarme saldo.
--Cuando quieras. Para ti estoy disponible.
O no.