Thursday, December 18, 2008

GARIBALDI

Rebel rebel
Your face is a mess

Se me hacía tarde, ni rastro de la combi. La luna se hinchaba, una rueda amarilla como cráneo roído: era un sábado trece y cualquier cosa podía pasar. Y pasó.

Me quedé atorado en el metro. Como diez minutos sin movernos, atrapados en el túnel, algunas chiquillas gritando por las leyendas de mosntruos subterráneos.
Reunión con mis amigos en Las Tortugas. Conversación cándida. Un galán misterioso que le obsequiaba copas a mi amigo Luis. Reclamos. La verdad desenmascarada. Todos estaban molestos conmigo y decidían confrontarme: mientras uno iba al baño el otro me decía: "Lo sé todo". Luego uno regresaba del baño y el otro salía a hablar por teléfono. Entonces el primero me decía. "Nunca te lo dije pero esa vez me quedé muy molesto... supongo que lo notaste".

¡Por Dios! ¿Qué querían que dijera? "¿Lo siento?" ¡Claro que no. Nunca me arrepiento de nada. Sólo una vez, y lo contaré más adelante. Sería bastante hipócrita retractarse, pero tambipen sería una estupidez dar comentarios al respecto, justificar mis acciones. Lo que pasó pasó, y eso es lo que tenemos. Sé que no soy la mejor de las personas, y algunos me han dicho que no valgo nada, pero está bien. Mi compañía es cálida. La risa es contagiosa. Profeso mucho cariño por todos los seres vivientes.

No busco problemas, aunque suelo verme envuelto en ellos. No es que los problemas me busquen a mí, para nada. Es que bajo la guardia en los momentos menos indicados.

Perdonado, y seguramente no olvidado, seguimos adelante con nuestro Éxodo. De Las Tortugas hacia el Centro Histórico, pasando por una resbaladilla en el pasamanos del metro, un videoasalto en un vagón--saltando, bailando al más puro estilo West Side Story, o The Warriors--y canturreos a viva voz.

Llegamos al Viena, donde las bolas de cerveza corrieron por mi cuenta. El lugar estaba lleno de vaqueros. Todos me gustaron esa noche. Se acabó la cerveza y de ahí fuimos al Oasis. Esta vez no sé quién invitó las cervezas pero vimos un show travesti bastante estándar, con una vestida horrorosa y sin talento, amarrada con un atuendo lamentable. Merecía aplausos de cortesía, mientras los de la barra nos regalaban papas. ¿Nadie comió esa tarde, o por qué demonios devorábamos y hasta lamíamos el plato, como perros?

Luego, más adentro en República de Cuba, llegamos al Marrakech. Buena música, muy retro, muy nostálgica, muy mi estilo. Colores chillones: verde pistache y marquesina roja. El lugar era mi estilo, la gente no: pretenciosos, "fashions" y jotada "alternativa". Bostezo... También bailamos Rock Lobster, de Los B 52's, y eso fue bastante memorable.

Tomamos en camino a la mítica Plaza Garibaldi.

Guarden sus celulares, escondan su dinero, caminen rápido y sin mirar atrás. Porque ahí está... ahí están los mariachis... y... y..

Todo parecía en orden. Lo que era descrito por unos como un hoyo en el infierno, y otros como la perdición sexual de la vida nocturna, ahora parecía un lugar turístico y de entretenimiento familiar.

Sí, claro, se armó una trifulca en la que la muchedumbre empujaba y golpeaba a un policía, y luego tuvimos que salir corriendo ante la amenaza de que llegaran refuerzos, pero simplemente no era como yo lo imaginaba. Pensé que iba a salir aterrorizado, o con los ojos desorbitados de tanta locura. Simplemente... encontré mi hogar.

Jajaja. Había mariachis. Le pagamos a un guitarrista solitario que nos cantó canciones, aunque en realidad nosotros hicimos el trabajo por él. Luego alguien tiró cerveza encima, bautizándonos, y también, de alguna manera, se derramó como una lluvia encima de una pandilla más adelante. Pensé que nos golpearían, pues el brebaje tenía chile y limón, pero ne realidad sólo nos regañaron:

--Moja a mi novia si quieres, pero no la tires--dijo el vago.

Y reímos a coro. También fuimos a los baños públicos, y mi amigo Luis se compró un hotdog, lo que ameritó que lo agarráramos a patadas--por tragón--y que, con tanto jaleo, los otros dos vomitaran en la calle... Clásico.

Al momento de la huida pasamos por un estacionamiento donde platicamos con el vigilante y acariciamos a su perro, una bestia raza doberman o algo así. Generalmente le temo a los perros, y éste nos habría arrancado la mano pero yo estaba tan borracho que el perro fue dócil.

--Qué hermoso perro--halagábamos a la fiera llena de sarna.

Pagué un taxi--en balde--al Butterflies, donde nos ofendieron con un cover estratosférico, así que tomamos otro taxi a Zona Rosa, pues se le había prometido a Ricardo hacer una parada obligada.

Los lugares ya estaban cerrando y hasta nos peleamos con uno de los dueños. Nos corretearon con amenazas de darnos una golpiza pero nuestros gritos incoherentes zanjaron el asunto:

--Yo te conozco...

--Sí, sí, mi reina, pero se me largan de aquí o los vamos a matar...

Y luego, lleno de furia, regresé dispuesto a incendiar el local. Por supuesto, mi único armamento era una planta húmeda que había arrancado de una jardinera. Alguien me tendió su encendedor y yo acerqué la hoja, pero la llamarada duró menos de un parpadeo.

--¡Malditos perros...! Vamos a otro lado.

Y así. Zona Rosa está muerta. No sólo estamos desterrados de por vida, sino que los únicos lugares que hay son de lo más aburridos. El contraste era abismal entre el ambiente del Centro, (¡arriba!) Garibaldi y aquel desparpajo. Zona Rosa es como una perra frígida, estoica, con el coño guango y putrefacto. Una clocaca, pues.

De ahí nos fuimos a un lugar para dormir. Luego conocí a un tipo que, en un mensaje posterior, me recordó que le había dicho que lo amaba.

--¿Por qué te vas?

--Voy a ver a mi vieja--dijo, agarrando sus cosas.

--¿A tu vieja? ¿Y qué le ves a esa aburrida? Estoy seguro de que yo soy más lindo que esa vieja roñosa...

Se rió y me dio una sobada de cintura, lo que sea que eso signifique. A la mañana siguiente desayunamos en un VIPs. Estaba un partido de futbol en la tele. Me excusé al baño y creo que me quedé dormido un buen rato.

Cuando salí me encontré a mi amigo Luis.

--¿Qué estabas haciendo, traviesa?--me recriminó con sus cantaletas.

--Mmm...--bostecé--. Estaba oyendo el partido.

Creo que recibí un empujón y un sape, y si no, me lo merecía por decir tanta estupidez.

En la mesa cada quién comentaba sus hazañas. Al final caminamos por lo que quedaba de Zona Rosa. Me gusta más de día, para caminar entre las tiendas, pero debe ser triste que el mejor lugar del rumbo sea un Mc Donald's. Pero así es.

Alguien sugirió ir al mercado de San Juan, en Neza, a seguirla. Pero estábamos demasiado agotados, exhaustos. Llegué a casa y me quedé dormido. Me despertó un mensaje.

"En dónde estás?"
No lo sabía. pero no era momento para ponerse reflexivo. Sólo sonreí, soñando con una melodía:

Yes sir, I can boogie,

Boogie, boogie, all night long

Yes sir, I can boogie


If you stay I can go on






Era mi novio, mi hombre sin rostro. Esa fue la vez que me arrepentí. Estábamos juntos pero me divertí un rato con él. Ya antes lo había hecho llorar, y en un principio me pareció un excelente cumplido arrancarle esas lágrimas, pero después se me encogió el corazón y corrí a abrazarlo y decirle que todo era broma, que me perdonara. La última vez que jugué con él fue la última vez que lo vi.

Ahuyentaba mi presencia como si se tratara de una mosca. Lo corretée por el centro comercial, lo agarré de la mochila y le di varios jalones. Fuimos a dar hasta las escaleras, donde tropezamos varias veces y no me importaba romperme el cuello. Ocasionalmente me preguntaba: ¿por qué me convertí en esto? ¿En qué momento enloquecí? Pero la fiebre era más fuerte que yo, y seguí hostigándolo, hasta ver su reflejo en los pilares de espejo y reírme de él porque yo era más lsito, porque había visto su rostro y no le quedó más remedio que seguir corriendo, ahí, pequeño, burlado, pisoteado... y amado.

Hasta le escribí una canción, y más tarde ese viernes decidió perdonarme. El sábado trece, con su luna grande y maldita, recibía sus mensajes. "Te portas bien" y "Con quién estás?". Incluso me tomé una foto en ese momento, en Las Tortugas, y se la mandé al celular, mientras a todos les contaba de mi queridísimo novio, omitiendo esas pláticas locas y todas las veces que nos mordimos los labios hasta gritar.

--A ver, a ver esa foto--me rogaba Luis Miguel.

Y sólo lo mostré de la barbilla para abajo, porque es mío, sólo mío.





Saturday, December 13, 2008

LA CALLE

Debo agradecer a la tierra, cuyas riquezas me han llenado las manos. Intento ubicar el origen de ese mal hábito: recoger lo que sea que encuentre sobre el asfaltoLuego de una lavada se convierte en un bien consumible, ¿claro?
Así me he hecho de mi primer anillo de oro (estilo gángster, o, en el peor de los casos, muy mara saltvatrucha), de cientos de centavos, de un muñeco de plástico que representa a Doc de Blancanieves y los siete enanos (que después se convirtió en un dulce regalo para mi hermana), una liga morada para el cabello, mhm... ¿y qué más?
¡Ah, sí, la última del día! Camino a una cita nefasta a la que estuve a punto de renunciar, cruzaba el camellón para tomar una combi, y ahí estaba, lo que pensé era una revistita de anuncios clasificados (masajistas, strippers y acompañantes) que resulto ser, mi primer contacto con esa tecnología, ¡un mini dvd porno! Horas de placer en la palma de mi mano. Luego en el metro una moneda de veinte centavos.
Así transcurre la suerte para quien se mueve por el mundo con la vista clavada en los pies, reflexionando. De pronto algo brilla y resulta ser un regalo de la Providencia. ¿Tomar o no tomarlo, esa es la cuestión? Yo digo que si está en el suelo es porque no tiene dueño.
Etcétera. En cuanto a la cita, hubo lágrimas, amenazas de muerte, reencuentros con viejos amantes--¡arriba Nuevo Laredo! jajaja-jajá--mil disculpas, sonrisas, persecuciones de alto impacto en la que casi me caigo de las escaleras. ¿Estoy volviéndome loco?
--Es que ese tipo no me deja de corretear, no sé qué le hice--escuché que decían, señalándome.
Luego yo, de rodillas:
--Dime que me quieres, discúlpame.
Y él, severo:
--Anda, córrele, ve con tu amigo. No te detengo.
--Sólo estábamos platicando.
Pero al final nunca se estableció ninguna relación de propiedad, y la culpa me quemaba las entrañas como un fierro incandescente. Siento haberte lastimado, mi soldado de plomo, como sea que te llames realmente--porque, para esto, la paranoia no les permite revelar su verdadera identidad sin que te corten la lengua--lamento haberte hecho llorar y dudar y noquearte con visiones de engaño. Después de todo, era él quien se salía del despacho para hacer sus cuestionables llamadas--envíos de dinero, cobros, viajes--y yo sólo esperaba en silencio. Tenía que divertirme, ¿no? Y es una lástima que me regocije en actos tan crueles.
Dulce niño de verde, haciendo lagartijas y abdominales, jugando a las luchas, mordiéndome el labio cuando digo mis burlas irónicas. Pobre chico asustado, que esconde su rostro bajo mi cuello, su identidad detrás de mi espalda, que me contempla como una esfinge milenaria y todopoderosa. No mires atrás que te convertirás en estatua. Resiste mis ojos, que te privarán del oxígeno y la cordura.
No te haré daño. Entrégate a mí, pero no olvides ese mundo, jardín del Edén, de juegos de niños, donde todos son valientes y pasan la prueba, incansables. Verlo platicar con sus amigos, aquellos días claros en oficinas y campos abiertos, en explanadas y caminos de arena... Siento tanto haberte hecho daño...
Por otra parte, hace tiempo tenía una página de reseñas cinematográficas. Usemos la palabra reseña de manera holgada, pues es un equivalente al infantil soliloquio de "me gusta, me gusta, me gusta" (tema recurrente en mi vida... todo me gusta, todo quiero, todo agarro, qué injusticia).
La razón por la que paralicé toda actividad en ese espacio fue por mi ignorancia computacional. Resultaba imposible capturar imágenes de los dvds pero, gracias a esa wikipedia--la maldigo, por tener respuestas a todo--conseguí un nuevo programa. Y he aquí mis más recientes creaciones, de City Of The Living dead, una de mis películas preferidas del director italiano Lucio Fulci.
Disfruten, como yo disfruto el azúcar morena...

Sunday, December 07, 2008

UN SACO DE HUESOS


Por fin se cumplió mi sueño
de tener un saco de huesos.

Mi amiga Elena estará muy agradecida. Fue la casualidad, un encuentro súbito e insesperado. Por mil lugares pregunté, hasta me recomendaron ir a un matadero, y, al fin, frente a la estación del metro, todas esas cuencas vacías me miraban, con sus dientes amarillentos y cabellos crespos aún adheridos al cartílago.
--¿Cuánto cuestan esos huesos?
--No los vendo. Los voy a tirar. Si los quieres, te los doy.
--Por favor--supliqué agradecido a la señora del puesto, quien sacó una bolsa de plástico y puso todo el embutido adentro.
Sé que me van a servir de mucho esos adornos. También tengo huesos de pollo, de cerdo, de león y de muchas otras especies.



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LOS EJECUTADOS DEL NARCO

El otro día tuve pesadillas. Me era imposible dormir más de dos segundos seguidos. Porque apenas cerraba los ojos veía cabezas estallando. Sonidos de balas. Alguien que entraba a mi cuarto para encapucharme. El brillo de las cachas de oro, asomándose por entre el umbral de la puerta. Es tan fácil desaparecer...
De pronto me salió esa fijación por los narcocorridos. Los videos hechos a partir de fotomontajes. Nombres célebres, rostros canonizados, los nuevos santos y mártires. ¿Quién los ve día a día? ¿Quién los conoce? ¿A poco es tan difícil dar con ellos?
Fue uno de los peores episodios de bestialidad humana. Sin querer me topé con un video fragmentado, ese otro fragmento que omitían las demás remembranzas: la mano apunta el cañón y fade a negro. Aquí la escena empieza con la mano acercando el cañón. La detonación, al jalar el gatillo, es un ruido sordo, seco, que se porpaga a la velocidad de la luz, libre del tiempo.
Es una nueva mutación. El nuevo engendro, la nueva adicción: ese no poder quitar los ojos de la pantalla, el querer gritar, aferrándose al borde del asiento,s in poder detener el pasado, porque el desenlace es ya ineludible. Era como una imagen sacrílega que se salía de su contexto: no estábamos en un cuarto forrado de plástico negro, no presenciábamos una plática de cuatro individuos frente a la cámara.
Era el mar de sangre sobre el hombro. El ojo desorbitado, que ya no miraba al vacío, sino que permanecía gélido como una piedra redonda. Como un muñeco de resortes, el cuerpo se inclinaba delicadamente hacia atrás. El pecado, el crimen: asesinato, estaba ahí no como un ente tangible, no como algo sólido, que se puede medir y tocar. Pero había una especie de bruma, que se arrastraba como una bestia informe. Esa sí se podía ver y tocar: era la falta de miedo, la falta de cariño hacia la vida: el vacío, la ignorancia, la pobreza, los callejones sin salida.
También era un secreto. Asistir al submundo de lo prohibido. Lo prohibido legalmente, el universo del crimen. Pero había algo más, debajo, o detrás de la pantalla, como quiera verse.
Ese algo mágico, inescrutable de otra manera: la pérdida de la vida, con todos sus colores y silencios, en un acto solemne y a la vez profano, denigrante. Se puede ver ese brillo instantáneo, en el que ni siquiera un parpadeo lo distingue, pero está ahí: la diferencia entre lo vivo y lo muerto, entre un hombre y un muñeco de trapo.
La sangre mana de la cabeza, escurre por el cuello, lo empapa con el color rojo como el vino. Se sale hasta por las orejas. ¿Por qué un humano tiene tanta sangre? La cabeza se arquea, el ojo derecho, engañado, cree que sigue viendo, pero ya no ve nada. En menos de un segudno se ha marchitado. Esa magia que nos anima, ese misterio que nos hace caminar y sonreír, platicar y hacer planes, es arrebatado por una mano ajena. Es injusto, es cruel, es degradante.
Todos somos indefensos ante una pistola. Nadie quiere morir sobre una bolsa de plástico. Nadie quiere ser golpeado, mutilado, videograbado y exhibido. Leer los comentarios sobre el video es igual de cruel.
Siento tristeza. Por ese hombre. Por esa persona. Por su familia, por quienes lo hayan conocido y convivido con él. Es tan triste que la vida sea tan frágil e irrecuperable. Es tan triste que un rostro se deforme hasta quedar irreconocible, por el mero hecho de carecer de esa esencia animadora. Es el final del camino. Es haber pisado fondo en el nivel de barbarie y violencia.
Y queremos más. Cada noche me acuesto pensando: ¿cuántos habrán de morir hoy?
Se les ve en las primeras planas de los periódicos amarillistas. Uno los ve con medio cuerpo asomando fuera de la ventanilla de una camioneta--fragmentos de cerebro y vidrios rotos sobre el regazo--o en cajuelas envueltos en bolsas, sobre el césped en una carretera remota, besando el asfalto, rodando sus cabezas sobre una pista de baile. Pero el hecho, la verdad de lo que les ocurre es inescrutable, su cadáver descompuesto el único mapa que permite trazar los últimos segundos de vida.

Hasta ahora.

El video tiene algunos años rondando. Se ventiló como escándalo nacional a finales de 2005--la verdad yo no lo recuerdo, mi mente indagaba otros asuntos y era mucho más ignorante de lo que ahora soy--y existen diversas teorías y conspiraciones políticas, etc, etc. ¿Que si es un montaje? ¿Por qué habría de serlo, si da lo mismo que se maten 10 o maten 100?
Esos breves atisbos al mundo de la corrupción, legal y moral, usando una frase trillada, es sólo la punta del iceberg. Los breves diálogos, con todo y sus censuras y ediciones, apuntan a un secreto a voces, lo que ya todos sabemos y nadie dice en voz alta: la corrupción de las instituciones.
La persona ejecutada, Juan Miguel Vizcarra Cruz, es un presunto integrante de los Zetas. Uno asume, pues, que es un asesino, un individuo sin escrúpulos que mata, roba y vive sin remordimiento. Y, sin embargo, siento que todas las personas merecen compasión, y sobre todo una muerte digna. Es algo triste. No me nace pensar: "Él se lo buscó". Instantánea, indolora su muerte, se vuelve parte de esa eternidad llamada medios de comunicación, ese hecho-Historia que pasa tanto a la memoria colectiva como al olvido general (¿el Videodromo?), no obstante la marcada deshumanización del sujeto, la degradación más absoluta y la tortura más cruel, la de saber el desenlace ineludible.
Podría pasar horas disertando sobre el derecho a la vida, sobre ese don tan especial que distingue a un organismo de un mueble--me fascina la biología--pero no es el caso. Tal vez lo que me impacta es ese regocijo mórbido de seguir mirando, de absorber esa violencia y digerirla, hacerla parte de mis esquemas mentales. Esa es, supongo, la esencia misma del narcoterrorismo.

Tuesday, December 02, 2008

JUDAS / "LÁVAME CULERO"


Un momento de reconciliación. La cita: a las 4:30 en metro Hidalgo. Llegué, para variar, media hora tarde, ni siquiera tenía que forzar una mirada de arrepentimiento, llegué tarde y ya. El primer encuentro--luego de que me dejara de hablar dos meses por un lío de faldas--fue rápido, urgente, aunque silencioso. Tal vez mi amigo Luis no sabía cómo proceder a continuación, e hicimos un pacto tácito de seguir adelante sin mirar atrás.
Teníamos que "hablar", así que escogí uno de mis lugares preferidos del momento: el New Cine Club, frente a la Alameda, que ofrece cahuamas a precio inmejorable--ya me estoy enamorando--entre semana, además de ofrecer una variopinta muestra de chacales de todas las zonas y regiones.
Lo que empezó como un perdonar tristón, sombrío--muy al estilo de Temptation de New Order, que escucho en este momento--terminó como una celebración, un brindis con aire invernal: ya es ese momento del año.
Las tardes nubladas, el frío que repta por la piel y se congestiona en un moqueo nasal. Hablamos por hora. Conicimos a una vestida que de lejos parecía bonita y elegante y de cerca era una lamentable operación de nariz y un aire malicioso, muerto. Bastante divertido; decía ser de Aguascalientes y hablaba con un acento extraño. Su novio estaba bastante guapo--incluso le ordenó mostrarnos las nalgas, jaja--y la chica decía muchas groserías. Divertido... hasta nos invitó a Aguascalientes a conocer vaqueros ("Allí hay hombres tan guapos que de pensar en ellos me duele el culo"... clásico).
La velada derivó hacia un desparpajo de alcohol, cigarrros, risas, promesas, planes. Salimos hacia el hotel Sheraton. Caminamos frente al parque y compramos una cena exprés y chatarrera en el Seven Eleven: hot dogs, Coca-Cola, papas Sabritas. Tiempos de habmbruna etílica.
Ya es invierno. Ya es Navidad. Ya es Año Nuevo. Ya toqué fondo y volví a nacer. Cada segundo tiene un toque de decisivo, lo que parecía perdido ahora es una nueva esperanza.
Pasé de quedarme sin trabajo, sin amigos, sin escuela, sin dinero, sin novios, sin bueno gusto, sin respeto, sin familia y sin cordura a una vida adulta.
Ha sido un camino difícil y lo he conseguido. Pasé del síndrome Peter Pan a la sensación satisfecha de tenerme entero. Un gran peso de encima, quitándose de mi espalda, es saber que ya entré a la universidad--pasé ese mentado examen de la UNAM--bueno, acabo de inscribirme, pero el lugar ya está reservado. Lo siguiente se dará paso a paso, y para los curiosos la carrera que elegí es Lengua y Literatura Moderna Inglesa.
En el camino a CU en el carro con mi madre vi que enfrente alguien había tallado en el cristal empolvado: "Lávame Culero". Me pareció un chistorete de lo más refinado y no pude reprimir una carcajada, sintiendo la necesidad de tomar una foto para poder verla y reírme cuando la viera. Supongo que se necesita llegar a cierto nivel de guarrez para que el mero hecho de ver una grosería escrita provoque carcajadas...
Se me quita el suspiro y me dejo reír. Mañana me voy de vacaciones muy lejos de casa y regreso a poner mi vida en orden, que este año lamente mucho no haber conseguido una agenda.
*En el camino a nuestra reunión compré una imagen de San Judas en el metro. Soy muy antidevoto pero me pareció una imagen bonita, muy pura, de colores suaves.