Monday, March 14, 2011

DISTANT FINGERS

La televisión está encendida y haciendo ruido. Me siento en aquel punto donde confundo mis sueños con la realidad y mis únicos recuerdos son como estar flotando en el aire entre pasillos de supermercado: desodorante, pintura de agua, delineadores, esmalte para uñas, talco para los pies, arroz precocido. Atropello a una señora con el carrito de metal.
--Imagina que fuera un coche de verdad--sugiere mi madre. Supongo que algunas personas no estamos hechas para coducir.
Así parece que todos mis sueños están rotos, que el futuro que soñé juntos se evapora y me deja, no con las manos vacías, sino con un ligero dejo de nostalgia y frustración. Por favor, dame ruido. Dame gritos. Quiero reventarme las orejas.
En la pantalla un hombre es descuartizado. Lo tienen colgado de las piernas y vacían la sangre del cuello en una hielera. La cabeza tiene la boca entreabierta.
He alimentado mis ojos con tantas imagenes sangrientas que puede que el daño sea irreversible. ¿Cuánta violencia puedes soportar? ¿Qué pasa cuando metes en tu cabeza historias violentas en un ejercicio continuo de morbo y resistencia? ¿La diferencia es palpable? ¿La vida se convierte en una película de terror donde las camionetas blindadas y los chicos en moto son emblemas de muerte y desconfianza?
Febrero fue el mes más divertido de mi vida. Marzo es un reajuste en el que apenas reencuentro mi amor por la escuela. La cabeza me duele, tengo sueño. Hablando con una colega me dijo que ya es tiempo de pensar por quién vamos a votar y qué queremos de este país. Que la juventud esta perdida.
En la pantalla, el hombre, colgado de los pies, deja de patalear. De esa forma descubro que los castran cuando todavía están vivos, luego los decapitan.