Saturday, December 13, 2008

LA CALLE

Debo agradecer a la tierra, cuyas riquezas me han llenado las manos. Intento ubicar el origen de ese mal hábito: recoger lo que sea que encuentre sobre el asfaltoLuego de una lavada se convierte en un bien consumible, ¿claro?
Así me he hecho de mi primer anillo de oro (estilo gángster, o, en el peor de los casos, muy mara saltvatrucha), de cientos de centavos, de un muñeco de plástico que representa a Doc de Blancanieves y los siete enanos (que después se convirtió en un dulce regalo para mi hermana), una liga morada para el cabello, mhm... ¿y qué más?
¡Ah, sí, la última del día! Camino a una cita nefasta a la que estuve a punto de renunciar, cruzaba el camellón para tomar una combi, y ahí estaba, lo que pensé era una revistita de anuncios clasificados (masajistas, strippers y acompañantes) que resulto ser, mi primer contacto con esa tecnología, ¡un mini dvd porno! Horas de placer en la palma de mi mano. Luego en el metro una moneda de veinte centavos.
Así transcurre la suerte para quien se mueve por el mundo con la vista clavada en los pies, reflexionando. De pronto algo brilla y resulta ser un regalo de la Providencia. ¿Tomar o no tomarlo, esa es la cuestión? Yo digo que si está en el suelo es porque no tiene dueño.
Etcétera. En cuanto a la cita, hubo lágrimas, amenazas de muerte, reencuentros con viejos amantes--¡arriba Nuevo Laredo! jajaja-jajá--mil disculpas, sonrisas, persecuciones de alto impacto en la que casi me caigo de las escaleras. ¿Estoy volviéndome loco?
--Es que ese tipo no me deja de corretear, no sé qué le hice--escuché que decían, señalándome.
Luego yo, de rodillas:
--Dime que me quieres, discúlpame.
Y él, severo:
--Anda, córrele, ve con tu amigo. No te detengo.
--Sólo estábamos platicando.
Pero al final nunca se estableció ninguna relación de propiedad, y la culpa me quemaba las entrañas como un fierro incandescente. Siento haberte lastimado, mi soldado de plomo, como sea que te llames realmente--porque, para esto, la paranoia no les permite revelar su verdadera identidad sin que te corten la lengua--lamento haberte hecho llorar y dudar y noquearte con visiones de engaño. Después de todo, era él quien se salía del despacho para hacer sus cuestionables llamadas--envíos de dinero, cobros, viajes--y yo sólo esperaba en silencio. Tenía que divertirme, ¿no? Y es una lástima que me regocije en actos tan crueles.
Dulce niño de verde, haciendo lagartijas y abdominales, jugando a las luchas, mordiéndome el labio cuando digo mis burlas irónicas. Pobre chico asustado, que esconde su rostro bajo mi cuello, su identidad detrás de mi espalda, que me contempla como una esfinge milenaria y todopoderosa. No mires atrás que te convertirás en estatua. Resiste mis ojos, que te privarán del oxígeno y la cordura.
No te haré daño. Entrégate a mí, pero no olvides ese mundo, jardín del Edén, de juegos de niños, donde todos son valientes y pasan la prueba, incansables. Verlo platicar con sus amigos, aquellos días claros en oficinas y campos abiertos, en explanadas y caminos de arena... Siento tanto haberte hecho daño...
Por otra parte, hace tiempo tenía una página de reseñas cinematográficas. Usemos la palabra reseña de manera holgada, pues es un equivalente al infantil soliloquio de "me gusta, me gusta, me gusta" (tema recurrente en mi vida... todo me gusta, todo quiero, todo agarro, qué injusticia).
La razón por la que paralicé toda actividad en ese espacio fue por mi ignorancia computacional. Resultaba imposible capturar imágenes de los dvds pero, gracias a esa wikipedia--la maldigo, por tener respuestas a todo--conseguí un nuevo programa. Y he aquí mis más recientes creaciones, de City Of The Living dead, una de mis películas preferidas del director italiano Lucio Fulci.
Disfruten, como yo disfruto el azúcar morena...

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