Monday, July 03, 2006

IN-CER-TI-DUM-BRE

Era temprano y yo no sabía que estaba dormido: el sueño ocurría como una tensa verdad. Recién veía los resultados de las elecciones cuando mi madre tocó a la uerta, despertándome. Entonces pensé: "¿Estoy tan preocupado como para soñar con las elecciones?"
Lo siguiente era arreglarse para salir a la calle. Era todo emoción y alegría: por primera vez iba a votar, por primera vez me sentía parte de un movimiento histórico, político, social, etc. Con mi cámara en mano, recorrimos en auto unas calles citadinas con carros que ostentaban estampas ("Sonríe, vamos a ganar"), la gente en la calle con playeras amarillas y posters al por mayor.
Legué a la secundaria donde debía votar. Por supuesto exhibí mi faceta más torpe, pues me mandaban de un lado al otro y yo sólo seguía mal las indicaciones, confundido. Al final mi tío me llevó prácticamente del brazo hasta el lugar que me habían señalado desde un principio. Y, frente a mis ojos, ocurrió la magia del voto. Me dieron un montón de bellos papeles (me recordaban los libros de texto de la SEP que llevaba en la primaria) y me escondí en la casilla, por eso de que "El voto es libre y secreto".
Lo que había frente a mi era... ¡una crayola! Una rápida leída y me puse a tachar, a votar. Salí preguntando:
--¿Y ahora qué?
Ahora tenía que doblar las papeletas y meterlas en las urnas correspondientes. Y listo. Salí de votar, con el pulgar marcado y una sonrisa en la cara. Mi abuela, mi mamá y mi tío me esperaban afuera de la escuela, y fuimos a la tienda a comprar cosas para el desayuno.
Planeaban celebrar las elecciones con un pavo que sobraba del diciembre pasado. Los invitados empezaban a llegar. A mitad de la tarde me quedé dormido. Cuando desperté, loa mitad de los invitados había desaparecido, y por supuesto, me puse a preguntar por mi mamá.
--Fue a comprar pan--me dijeron, pero yo me sentía aletargado (y comprobé mi rostro grotescamente hinchado en un espejo), perdido.
--¿No han visto a mi mamá?
--Salió, no debe tardar.
La noche se volvió más densa, y el "Sonríe, vamos a ganar" se convirtió en preocupación e incertidumbre. Entre las tres de la tarde y las ocho de la noche algo ocurrió, algo que nadie vio y que ocurrió gradual y secretamente. Ya no se trataba del mismo día, sino de la pesadilla amarga del proceso electoral.
Pintado en nubarrones negros, decía:
BIENVENIDO AL MUNDO ADULTO
Mi soñadora primera experiencia de votar se convirtió en la desconfiada tortura que vi año tras año en los adultos, en sus rostros impotentes y derrotados, rendidos, cansados.
Nadie sabe qué pasa, todo está en silencio. Nadie sabe qué pasará, sólo hace frío y en cualquier momento va a llover.

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