Friday, August 04, 2006

CALLES VIOLENTAS (Y MOÑOS BLANCOS)

Teníamos la intención--Manuel, mi hermana y yo--de visitar algún museo cerca de Bellas Artes pero, como consecuencia de los constantes desvelos, llegamos ya un poco tarde ((nos levantamos como a las dos y llegamos a las seis). Al salir de la estación lo primero que quería ver era la instalación de los campamentos en la avenida Reforma. Sabíamos que a esa hora los museos estarían cerrando, lo que nos quedaba era deambular y comer por ahí.
Lo primero que llamó mi atención fue el Palacio de Bellas Artes. Había una pequeña congregación viendo unos murales (o no sé cómo llamarlos). Tenían carteles pegados, carteles que vi en las marchas anteriores, y algunas palabras en plumón con las que, en su mayoría, yo estaba de acuerdo. Tomé fotos como loco e inclouso pensé en escribir algo pero no conseguí plumón.
Avanzamos hacia Gandhi, donde vi por primera vez uno de los campamentos. Como siempre cuestioné el estigma de violencia que imponían desde Televisa. Lo que vi fue una especie de convivencia familiar de lo más tranquila. Incluso había unos juegos mecánicos, todos algo propaganderos, con carteles como: "Los niños de México apoyamos a Obrador". Gracioso, aunque me pareció demasiado. También vi una casita de campaña donde dormía un niño con su madre, y un hombre se asomaba hacia afuera para pedir un poco de café.
A lo largo de la Alameda, la exposición gráfica De las obligaciones de la razón (al mayoreo y menudeo) destruida y regenerada. Pegada con diúrex y hasta cosida, el aspecto herido en realidad confería mayores aires artísticos. También me quedé con ganas de pegarle algún papelillo (que había muchos, desde mentadas de madre a Calderón hasta súplicas por el conteo voto por voto).
Avanzamos hacia otra calle. No recuerdo el nombre (aunque siempre paso por ahí), donde está el Sanborns de los azulejos, creo que es Madero. Ahí había otras carpas, y cuatro personas, entre ellas una señora muy simpática, recaudaban firmas para solicitar el conteo voto por voto. Firmé después de mi hermana.
--Trabajas en los dos hemisferios, ¿verdad?--me dijo la señora, y yo asentí sonriente, auqnue no entendí qué había dicho, o si se trataba de un halago o un insulto, jaja.
--Tal vez lo dijo porque eres zurdo--explicó mi hermana, cuando caminabamos más adelante en busca de un Subway.
Comimos en dicho lugar, lo cual me pareció bastante irónico, pues a lo laego de las carpas apoyábamos el repudio a Sabritas, Jumex y demás trasnacionales. El Subway es una trasnacional, canadiense según mi hermana.
--Es el Mc Donald's "nutritivo"--acordamos.
Ya hacia el Zócalo, bajo otra carpa, uno tenía la oportunidad de escribir algún comentario, pintar un dibujo, lo que a uno se le diera gana, y colgarlo con una pinza para la ropa en cuerdas a lo largo de la calle. Sufrí un bloqueo momentáneo, pues quería dejar algo pero no se me ocurría qué (aunque en el camino de ida, y durante mis ratos libres, me la he pasado pensando en eslogans de rpotesta). Decidí acabar la confusión con un pequeño dibujo, llamado "Por una protesta pacífica", con un sol que emulaba el logotipo de PRD sobre las personas sonrientes que se tomaban de la mano. Mi hermana escribió un fragmento del discurso que dio Rosario Ibarra en la Segunda Asamblea Informativa, del 16 de julio (que, si no me equivoco, coincide con el cumpleaños de mi querida lectora Naomi, a quien, como ya es costumbre, le envío una felicitación tardía), en el que invita al ejército a no permitir que se vuelva a manchar.
Llegamos al Zócalo, donde se alojaban participantes de todos los estados del país. Caminamos por Oaxaca, por Guerrero, hasta Aguascalientes, todo en un solo pedazo de suelo. Por ahí escuchamos que Obrador daría un discurso a las siete de la noche.
Nos asomamos a un recuedro, donde, sobre una pieza de madera, había algunas personas dormidas.
--Aquí es Veracruz--nos recibió una señora, como queriendo aclarar a quien se encuentra perdido.
--Sí, ya sabemos. Estamos buscando a alguien de Jalapa--dijo mi hermana, asomándose hasta el fondo. Pero no vimos a nadie conocido--. Esperaba encontrar a alguno de mis maestros.
Una mujer al micrófono animaba, pero también anunciaba:
--Si alguien los empuja o arroja a algo, no pertenece a este lugar. No respondamos a provocaciones.
La idea de alguien disfrazado intentando ocasionar molestias activó mi imaginación paranoica. Alrededor del Zócalo había muchos autos estacionados, desde camionetas lujos hasta las carcachas más simpáticas. Aprovechábamos que faltaban algunos minutos para las siete y nos dirigimos a las librerías, pues Manuel debía comprar algunos libros. Me despedí de mi dibujo cuando pasamos por esa zona y, movido por la curiosidad entramos a la exposición Animales Impuros, de José Luis Cuevas, en el atrio de San Francisco.
Lo que vi me recordaba, en gran medida, el jardín de animales insólitos al inicio de El Joven Manos de Tijera, en el jardín del castillo. Me sentí Diane Keaton, la Dama Avon, maravillado ante las esculturas y el mundo fantástico y alucinante que or sí solas creaban. Parecían fuera de lugar, rodeadas de edificios en ruinas: un jardín olvidado que alguien había dejado ahí deliberadamente. Viendo el entorno, que incluía una cafetería, me di cuenta de que podíamos accesar a la Torre Latinoamericana.
--No sabía que estuviéramos en la Torre Latino--anuncié a mis acompañantes--. Ya no impone. Parece, más bien, un edificio rechoncho.
--Nunca me ha parecido inmenso--declaró mi hermana.
--Pues sí, es verdad--respondí, viendo el edificio desde su base hasta la punta--. Es sólo que de niño me parecía más gigantesco--. Flexioné las rodillas, agachándome--. Tal vez fuera por mi estatura de antes.
Mi hermana se rió.
De ahí mi sorpresa cuando en la noche, hurgando en los noticieros, se hablaba de los lantones como si los hicieran un montón de revoltosos, gente sin oficio ni bien, cuando, ante mis propios ojos, convivían de todas edades y clases, colores, tamaños, humores, todo cobijado en gran respeto y calma. Eso me saco por andar viendo noticias chafas.
Más adelante anunciaron lo de las granizadas (a lo que pregunté a mi hermana: "¿Se puede tomar como si hubiera nevado?" viendo los suelos de hielo y verde hoja) y los daños sufridos por la gente de la ciudad.
--Ya ven cómo no todo es culpa de Obrador--recalcó mi madre, arrancándome una risita.
De nuevo, hoy en la tarde, fisgoneando en las noticias de Televisa (aunque me indigestan luego de cinco minutos) me ndignó que se aludiera a los plantones como CULPA de López Obrador(1), y me sentí igualmente indignado ante las barbaridades, más bien, BESTIALIDADES que pronunció ayer Adela Micha al referirse al plantón como un atropello a la democracia(2), y lo que opinó otro tipo nefasto, que el Tribunal Electoral no cumpla los caprichos de Obrador(3).
Mis respuestas:
(1) El ploantón no es culpa de Obrador, sino de mucha gente molesta e inconforme. No puedo dejar de aplaudir la consigna a la entrada de cada carpa: "Disculpe las molestias que le ocasiona el fraude electoral". Más claro no podía quedar.
(2) Yo, a diferencia de Adela Micha (o La lela Micha, como decía un cartel), considero el plantón, y las protestas ciudadanas, o Asambleas Informativas que le precedieron, una expresión más de democracia. Y
(3) no es el capricho de un candidato a la presidencia, sino la demanda de mjillones de personas que votamos y sentimos que además de fraude, las elecciones obedecieron a ambiciones de unos cuantos rateros pseudopolíticos.
Y me canso de oír que debemos obedecer a las Instituciones. Uno como ciudadano libre tiene derecho a desconfiar de las Instituciones, especialmente si éstas ostentan una larga trayectoria de corrupción. Me cré en escuelas religiosas, y si algo me quedó de esa experiencia es el cuestionamiento total hacia cualquier ente que se denomine Institución. Y la otra cosa que me quedó fue mofarme de toda pretensión de vestirse de blanco inmaculado, impecable. Ponerse moños blancos es una fachada hipócrita.

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