Thursday, June 01, 2006

THE FEAR OF THINGS TO COME

El título es un montón de palabras que se escucha bien en inglés. Así de frívolo, superficial y hasta malinchista pero la fuerza fonética está cargada de gran significado para mí: El miedo a las cosas que vendrán. El pasado mayo fue un ciclo de incertidumbres, frustraciones, enojo y, debajo de todo, el ente motriz: miedo.
Me he ajustado a las circunstancias, he vencido a mi demonio (aunque sé que en el futuro vendrán más batallas, acaso más encarnizadas) y de pie miro el horizonte. Una imagen romántica para descubrir que me cansé de ser una señora fodonga, de dejar las luces encendidas toda la noche por temor a alucinar a cierta chica descuartizada y cansado, sobre todo, de drogarme con televisión en vez de hacer lo que siempre debí haber hecho, que es no sólo escribir, sino crear y encontrar paz y belleza en esta telaraña filosa llamada realidad.
Creí que estaba a punto de darme por vencido. Que nada valía la pena y que cedería a mis impulsos violentos e ideas inadaptables e insoportables. Y entonces sucedió el punto de ruptura. Siempre he creído que para atreverse a cambiar es porque hay que tocar fondo. Al menos así siempre ha sido en mi vida. Toqué fondo, vi y vencí.
Puedo sonreír y decir que lo logré, que sobreviví a mi propia tormenta. Y aunque el miedo no se va de la noche a la mañana con la velocidad de un interruptor, he aprendido que estar a oscuras no es la muerte. Sé que en lo cotidiano convivimos con la muerte, la desgracia y que la línea es delgada y frágil como hilo, inexplicable, en cualquier momento uno pasa de vivo a muerto, de víctima a victimario. Me niego a vivir en la pesadilla de mis propias ideas. Tienen que salir con forma propia, no en actos de desquite.
Ayer escribí un cuento, el paso necesario para deshacerme de todo pesimismo. Se trata de Fiesta en la antesala del infierno, una vivencia tergiversada a manera de post en mi otro blog. Así que reuní todo mi miedo, toda mi pesadumbre, toda mi podredumbre y perversión y escribí una versión definitiva del cuento. Escribir, contar historias, me ha resultado remedio infalible. Como el otro día, domingo, que escribí la historia de un tipo que se topa con una pinza metálica y se arranca los dientes en un desquiciamiento narcisita. Mejor escribirlo que hacerlo, jajaja.
Empieza verano y no me lamento del todo haber desperdiciado tanto tiempo. Prometí que haría rendir cada semana, que cada día cumpliría con una nueva enseñanza. Pero caí en la tentación de dejarme ser, de alienarme. Repito: no lo lamento. Todos necesitamos desconectarnos del mundo de vez en cuanto.
Pero ya es hora de anunciarlo:
HE VUELTO

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