Thursday, June 15, 2006

UNA MAÑANA SOLEADA


Sobre la marcha intenté reponerme de las desveladas. No estoy acostumbrado a levantarme temprano, mucho menos a hacer fila bajo el frío, viendo como un perro callejero de un ojo azul blanco y el otro café mordía insistentemente la mano de una chica que tuvo la mala fortuna de pasar por ahí--fue un espectáculo histérico: siempre he temido a los perros, y ver como la mordía y saltaba sobre ella, más juguetonamente que con intención de lastimarla, acabó por arrancarme una carcajada con el rostro escondido tras mi folder azul--. Tamoco estoy acostumbrado a beber entre semana, y ahí estaba yo en la fila, hambriento, sediento, maltratado.
Es extraño como uno conoce todo tipo de gente en las filas. Incluso uno llega a recordarlas para siempre. Como aquela señora igualita a Angélica Aragón, que hacía todo or su hijo, o aquel pintoresco personaje femenino que leía Por qué los hombres se enamoran de las cabronas, montada en sus botas y abrigada en cuero, o la linda chica pecosa que recibía llamadas de su asustado hijo esquizofrénico--le calculé de cuatro a seis años-- tan bella que parecía sacada de un giallo setentero. También aquela machorra, que justo cuando era su turno descubrió que tenía que hacer un pago en el banco, o aquella ancianita que a traían casi cargado, apenas consciente de dónde estaba, pero dispuesta a viajar muy lejos or capricho de sus hijos.
Entregué mis papeles y no me quedó más que esperar a que estuviera lista la nueva pieza de mi "Colección de documentos oficiales". Me senté a sol y vi un hermoso árbol torcido, pastos regándose al ritmo de Waterloo de Abba. Después quise leer un poco más de "Historias extraordinarias" de Roald Dahl, un cuento sobre cómo se hizo escritor, pero estaba tan bueno que decidí guardar el libro en el morral y leerlo en casa con más calma.
Cuando el hambre era ya insoportable, crucé a calle y compré un pastelillo El Globo. Después recogí mi papel y emprendí el viaje de regreso a casa.
Así, tenemos esta foto, recién tomada esta mañana.
La otra es una foto de mi cuello. Ésa la tomé e miércoles, en mi exescuela, charlando con mis amigos sentados en unas escaleras. En cuanto a las desveladas, dudo reponerme esta semana: mañana quedé en verme con mis amigos, como cada viernes, pero aquello es otra historia muy larga.
Ya puedo seguir con mis otros planes:
1. Conocer a H.
2. Conseguir T.
3. Escribir (más adelante narraré mi primer episodio de bloqueo de escritor, y cómo lo superé escuchando música y valiéndome de una onírica historia monstruosa. De nuevo gracias, Roald Dahl).

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