Monday, June 19, 2006

UN GOLPE EN EL OJO

Nunca me gustò el futbol. Fue la principal razón por la que, en mis años de primaria, odiaba las clases de educaciòn fìsica. Vale agregar que esa materia, que la mayoría utiliza para jugar y subir puntos al promedio de las calificaciones, a mí me costó mis únicos 6.
Así que el viernes estaba con mis amigos en un lugar que creo carece de nombre. El dueño prometió apartarnos una mesa pero cuando llegué no había ni por dónde pasar, y encontré a mis amigos en unas sillas junto a los baños, SIN mesa. Más tardè el dueño se disculpó concedièndome una cerveza gratis. En cuanto a mis amigos: las conversaciones usuales en torno al sexo, la música, los hombres, las madres, el trabajo (que ninguno tenemos, por flojos), las aventuras, los planes, las borracheras, los amigos ausentes... De vez en cuando se asomaban a la tele al grito de "¡Gol!".
No podìa sentirme menos perturbado. No podìa estar menos interesado por el fútbol. De vez en cuando preguntaba:
--¿Cómo van?
Lo hacía, realmente, para molestar a una tipa odiosa. La verdadera diversión estaba en los baños, en el ir y venir de gente con la que nunca convivo. Me reí entre los arranques homosexuales--y alcoholizados--de chicos y chicas por igual, y de paso me abrieron de piernas (estaba a medio pasillo, así que tenían que pedirme permiso para avanzar) unas tres veces, cada una celebrada en voz alta. Ja ja ja. El resultado fue tan mediocre como puede esperarse: cero-cero. Para mí eso no es un empate. Es nada, es cero(un empate sería 1-1, o 2-2, no 0-0).
Después fuimos hacia Zona Rosa, aunque no logro recordar con exactitud el trayecto. Perdí la cuenta de las cervezas, aunque por los restos de mi billetera deduje que me había excedido. Quedaba aún para lo mejor de la noche, que resultó ser una malviajante decepción.
Para salir de la desesperación de pasillos oscuros y gente fea llamé a un antiguo acosador. Esperaba que me invitara a comer pero al encontrarme con él supe que había sido mala idea. Mis amigos acudieron a despedirse al concurrido restaurante, aunque para entonces yo ya estaba de malas y quería irme a mi casa, con mi mamá. Sí, reacción inusual, infantil.
Sufrí una súbita crisis existencial (¿o debería ser antiexistencial?), propia del alcohol o tal vez la tomé prestada de Tony Soprano, de la temporada dos de The Sopranos (estuve viendo los dvds toda la semana).
En el camino hacia mi casa me quedè dormido: desde el martes fui vìctima de desvelos maratònicos. Me quedé dormido, recargado en la ventana del metro, y para mi sorpresa resbalé y me pegué en la cara. En estos casos, lo que uno hace va de esta manera:
1. Cerciorarse de que nadie haya notado el ridículo
2. Revisarse la cara en busca de daños serios
3. Asegurarse de que nadie lo haya visto inspeccionándose, y
4. Volverse a dormir, fingiendo que no pasó a mayores y de que se conservó la tranquilidad
Lo primero que revisé fue mi nariz. Todo bien. Ahora, lunes, me doy cuenta de que fue un buen golpe, bajo la ceja, en la parte superior de la cuenca del ojo. Todavía me duele.
Pero no me importa. Estoy más preocupado por las elecciones y por si voy a ir a la Marcha del Orgullo--creo que es el sábado--y que ya tuve suficientes borracheras.

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