TODOS LOS JUEVES DEL MUNDO
Un último arrebato de romanticismo cursi. Para no perder la cuenta de los días, las horas, los segundos, fue un jueves cuando conocí a Mauro. El jueves 28 de septiebre.
O sea, hace dos semanas, como a las 8:30 de la mañana, hora de México. Tres y media de la tarde, en Roma.
Me hubiera gustado quedarme con él para siempre. Pero, como explicaré más adelante, la eternidad puede durar un abrazo de treinta minutos.
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