CARTA A NAOMI
Ahí quedó, mi catacumba. ¿Estaba abandonado? No lo recuerdo. Junto a mí había un terreno baldío, en ruinas, y alguien sacaba chispas, algún obrero que ayudaba a remodelar. Aquello fue un jueves, el día que escribí la carta.
Brinquemos en le tiempo unas dos semanas más adelante, o sea, ayer, martes, que salía de mis clases de canto ya con la clara intención de enviar la carta. La vez anterior ocurrió que no había anotado la dirección, y el sobre que había conseguido parecía demasiado frágil, como de papel arroz, de esos que uno usa para líar churros, ja.
Supongo que el pretexto de todo esto era tomar algunas fotos. Siempre me ha gustado Bellas Artes, me fascina cruzar, por ahí. Caminar con la Alameda, sin importar los efluvios pútridos de las fuentes de agua, la mierda de caballo, los indigentes. ¿De qué me puedo quejar si yo contribuyo en directo y en especie? Apenas el sábado dejé de regalo dos vomitadas junto a una banquita, la cual no estuve seguro de ubicar. Cerca del Hemiciclo, eso sí, pero más pegado a Bellas Artes. Ni rastro de mi material genético la última vez que pasé, lo que apunta a que llovió o los de sanidad hacen muy bien su trabajo, joder.
Recuerdo cuando los blogs eran puro letras. Uno se la pasaba escribe que escribe, y el lector casual imaginaba los rostros del autor. ¿Será guapo? ¿Será feo? ¿Sus amigos... me acostaría con ellos/ellas? Y de pronto las herramientas para postear fotos, y lo mío ya parece más un fotolog que el diario confesional y prevado que era antes
También perdura cierto encanto en esta región citadina y turistera. Se convirtió, rápidamente, en el centro de reunión con mi novio, soldado anónimo--y cuya locación tengo expresamente prohibido revelar--y entregado. Me esperaba ahí, a un costado de Bellas Artes, frente al teatro Hidalgo, mientras yo corría entre túneles y risas desencajadas esperando alcanzarlo, ante el temor de que se desesperara y se fuera de pinta (¿y qué le quedaba al pobre, regresarse a su cuartel?).
--Camina hacia la derecha.
--Ya, ya caminé. ¿Ahora que hago?
--Ya te vi. Quédate quieto, detrás de la fuente. No hagas ningún movimiento en falso porque te sigo de cerca.
--Está bien. ¿Qué llevas puesto?
Y aparecía detrás de mí, con una gorra o tremendos lentos de sol, hasta que nos apostábamos en
alguna cantinucha. Entonces poníamos alguna canción en la rocola y empezaban las dedicatorias y los besos, las aventuras en la sierra, los machetazos y balazos, la marihuana, las botas negras, llamadas al celular, mensajes cifrados y mi hostigamiento fotográfico.
Y volviendo a la carta...
Al asomarme por la terraza, eludiendo su conversación, me percaté de cuán hermoso lucía todo, entre nubes de ensuéño (smog, no nos hagamos) y la delicadeza del edificio postal. Tomé algunas fotos panorámicas, que ya aparecieron en esta página.
Éste es mi nuevo recinto. Bueno, nuevo no. Hará tres años que lo estrené, o casi cuatro. Me parece innecesario estar cambie y cambie de blog. Hay gente que lo hace, y a veces uno se siente protagonista de una especie de reality show en el que hay que hacer propaganda a la nueva temporada.
Pero aquí estoy bien, auqnue consciente de que uno se hace de un nutrido grupo de lectores con la constancia del reporteo, no escribiendo notas al azar, y siempre hablando de temas de cultura popular como lo son: Guanajuato gay, el hijo de Chucky, Deborah Harry, travestismo en México... Tan sólo con estos cuatro tópicos, que ni acaso vienen con el relato, algún incauto vendrá a dar por estos lares y toparse con la fotografía de la mano de su servidor, escribiendo la dirección de una querido lectora con la que he ido perdiendo contacto. Pero una amiga verdadera, al fin y al cabo.
Me deleita subrayar que es una mano izquierda, zurda, justa. ¿Endiablada, acaso? No, no lo creo.
Siempre es emocionante conocer a otras personas zurdas. Mis familiares y amigos opinan lo mismo. Mi hermana me lo ha dicho:
--¡Y es zurda, como tu, hermano!
O Luis:
--Zurda como tú, amigocha.
Y en fin, lo mismo pasa cuando te topas con fans del cine de horror (¿Ya viste tal o cual de 1962, 1984, 1996?) y algunos otros, menos numerosos, fanáticos de Blondie (A ver... ¿tu canción favorita del Eat To The Beat es...).
Luego de echar la carta al buzón--en realidad lo hizo la señora de los postales, porque ni eso sé hacer... el msn, más que el e-mail, nos ha inutilizado, si bien el ya clásico comadreo teléfonico de horas y horas está lejos de pasar de moda--caminé al metro, hacia el trabajo de mi amigo Ricardo.
Me sentía extrañamente cansado, probable consecuencia de la borrachera del sábado, aunque ya era martes, y me dolían las piernas. Apenas hoy empiezo a sentirme bien, aunque acalorado, lo cual remedio con paletas de hielo de kiwi y de piña colada, mi nueva adicción (mención honorífica a la marca Solero, y también a las Chemisse. Para chuparse los dedos).
El chavo tardó horas en salir, y había un sillón en el pasillo entre los dos pisos. Tomé mi iPod, puse This Must Be The Place (Naive Melody) del Speaking In Tongues de los Talking Heads y me quedé dormido.
Sufrí un ataque de vergüenza cuando uno de los compañeros de mi amigo bajó a abrir la puerta y entraron los demás compañeros. Apenas me dio tiempo de desacostarme pero seguí durmiéndome y otdos ya se habían dado cuenta. En el camino Ricardo me contó:--Mi compañero me preguntó: ¿Viene a verte un chavo para entrevista? Es que ya se quedó dormido.
--Qué pena.
--Sí, yo también me caí de vergüenza.--¿Y qué le dijiste?
Y Guanajuato, allá vamos. Quién sabe qué veremos o sentiremos, si será largo el viaje, breve, inolvidable. Claro que voy por mis amigas las momias, pero también me empecé a enamoras de las calles y callejones, las cafeterías, el hecho mismo de desplazarse de una ciudad a otra, salir de un mismo ambiente, entrar a otro ecosistema o como demonios pueda llamársele.
Sólo sé que me quiero mover. Estuve checando varios lugares en internet y realmente estaremos muy ocupados. Se me hace muy poco el tiempo de visita. Contento y emocionado. Ahora debo bañarme y preparar la maleta.
El chavo y sus compinches salían de trabajar. Yo empezaba a desperezarme, con los ojos aún legañosos luego de la siesta prolongada. Lo primero que se me ocurrió fue sacar la cámara y capturarlos. Momentos antes había pasado un camión de carga, y me pareció misteriosamente poético.
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