LA CAZA DEL SNARK

Era un salado rìo de làgrimas el que escurría por mis mejillas anoche, en e carro, cuando mi mamà me recogió del trabajo. En mi cabeza se agitaba un torbellino de confución y angustia, ansiedad, enojo, impotencia y prepotencia.

Hace ya casi cuatro meses, el primero de julio, entrè a trabajar en un restaurante, animado por los mitos y leyendas de viejas celebridades que empezaban su carrera en trabajos mal pagados. Meserear se ha vuelto un clàsico de esperanzados, así que yo inicié mi propia aventura con la más firme resolución.

Luego de superar momentos de duda, de mirar hacia el precipicio y soportar a toda clase de monstruos, inicié una exraña relación con mi cuerpo y mi mente, en la que descubrí que no existen ni el cansancio ni el dolor, que el cuerpo es indestructible a pesar de los síntomas.

Cualquier juicio hacia mis compañeros mfue reprimido, dando paso a una simpatía y cariño sin precedentes. Así continué mis días con momentos de risas y desplantes, charlas vulgares y anécdotas fantásticas.

Hasta que todo razgo de lo que fui ants se fue desvaneciendo y resurgió, mutante. Me gané palabras de sorpresa, de indignación, deseo y halagos. Tal vez mi verdadero yo fue siempre insospechado, y el menor asomo causó gran revuelo.

No podróia definirme a mí mismo, pero resulta gracioso el impacto que una persona tiene en un medio, una vez que la personalidad se desenvuelve.

Así que anoche en mi mar de lágrimas no podía creer que la gran empresa hubiera terminado, que todo acabara de forma tan brusca y vacía, que tan sólo una pequeña grieta hubiera soltado una presa de ideas reprimidas, ideas dolorosas que hacen sangrar la espalda. El apoyo y comprensión de mi mamá, con su invitación a volver a casa, de"dejarlo por la paz", no hacían sino revolver el dolor en mi corazón.

Pero, como lo he dicho anteriormente, el cuerpo nunca muere. Así que llegué a la decisión de no dejar las cosas a medias y regresar por otra ronda.

La última ronda, la mnás sangrienta, violenta y cachonda...